El amor después del amor según Sabrina Farji
Con una impronta televisiva, pero apoyada en el talento y oficio de Roberto Moldavsky y Jorgelina Aruzzi, Farji se anima a la comedia.
La directora de Trópico (2020) desliza, además, elementos que dialogan con el paradigma de género actual, debates sobre el rol de la mujer y disidencias en la sociedad, sin producir un panfleto y con la clara intención de entretener al espectador.
Hay algo con la comedia popular argentina, que hace varios años, por no decir décadas y sonar alarmista, que no puede dialogar libremente con el público desde una posición mucho más cercana a él. Así, hemos visto proliferar producciones en donde la holgada posición económica de sus personajes, a los que se los pinta sin mucho mas que una presentación express, impiden esa necesaria empatía para avanzar con el acompañamiento de la historia. Comedia de clase y no comedia de clases, como los célebres hacedores del cine argentino de la época dorada sabían hacer.
Ex Casados (2021) logra por momentos salirse de los esquemas que esa industrialización del cine, que apunta a la taquilla y nada más, busca ofrecer un diálogo inteligente con temas de agenda y el debate de la nueva ola feminista. Roberto, encarnado por el cómico Roberto Moldavsky, cuenta con rasgos misóginos y que cree que la emancipación de las mujeres, o como en este caso, de su compañera interpretada por Jorgelina Aruzzi, es solo una cuestión de histeria momentánea.
Farji se vale de una estructura clásica para reforzar algunos elementos que, contextualizada en escenarios cosmopolitas y for export, terminan resintiendo sus intenciones de lograr una comedia que atraviese varias clases.
Al avanzar en la historia se introducen nuevos temas que se han debatido popularmente como el poliamor, las parejas abiertas, etcétera, que no hacen otra cosa que delinear un espectador ideal para esta propuesta, que, sumado a la potente interpretación de Aruzzi (desopilante), como también la de algunos secundarios (Campi, Celina Font), conforman el seleccionado para que el juego en la cancha sea diferente.
Dentro de los actores hay que mencionar a Liz Solari, recurrente en la obra de Farji y que se suma en un rol que muestra un costado desfachatado y desprejuiciado como actriz, y que en el conjunto, con los anteriormente mencionados, hacen que a la hora que el gag y el punchline aparezcan, como también el insulto, presente como herramienta de impacto todo el tiempo.
Tal vez en el encorsetamiento y rigidez de Moldavsky, debutando como actor con un guion ajeno a los de sus clásicos espectáculos, debilitan el ida y vuelta necesario para que Sonia y Roberto desplieguen un verosímil necesario. Pero, así y todo, en la decisión de recuperar la comedia de parejas -o de parejas en vías de dejar de serlo- , hay un interés por hacer cine para el gran público, con inteligencia y lucidez.