Dentro de la irregular filmografía dedicada a Malvinas, sea en clave de ficción o documental, el cine argentino siempre adoptó el punto de vista de aquellos que fueron enviados a pelear allí. Gana originalidad, entonces, la propuesta de Federico Palma, que se ocupa de quienes desandaron el camino de manera inversa. Son los llamados kelpers, malvinenses nativos pero que se consideran soberanamente argentinos. La película describe los casos de tres personas diferentes entre sí (un trabajador de YPF, un artista plástico y un biólogo marino) que se vieron obligadas, cada una por su motivo particular, a dejar las islas y asentarse en la Argentina continental.
El primero de ellos es Alexander Betts, quien siempre asumió su origen argentino y se enfrentó con su familia pro-inglesa. Luego de la guerra, recaló en un pueblo de Córdoba (donde fue concejal) y se convirtió en un activo defensor de la soberanía nacional sobre las islas. Por su parte, James Peck es un pintor que vive en Buenos Aires y tiene una relación ambigua con Malvinas, ya que fue y vino varias veces, pero su romance con María, una "argie" que conoció en una visita, generó el repudio de la población y no le quedó otra alternativa que emigrar. En tanto, Mike Bingham fue contratado para estudiar y censar a los pingüinos de la región (unos 6 millones), hasta que denunció a una poderosa empresa petrolera, causante de la progresiva desaparición de la especie. Bingham fue amenazado por el propio gobierno malvinense y hoy continua su actividad en Río Gallegos.
Más allá de echar luz sobre estas inusuales (e interesantes) historias de vida, el documental tiene una duración justa para que los testimonios articulen de manera fluída con los rubros técnicos (hay un especial cuidado en los planos, mérito de la DF Ayelén López). En ningún momento hay una bajada de linea grosera respecto a la guerra, que es evocada con prudente distancia. Es, más bien, una película sobre las convicciones. Otra forma igualmente valiosa de contar Malvinas.