Entre las últimas Prometheus y The Counselor, Ridley Scott no estaría pasando un gran momento para con la pantalla grande. Volver al universo xenomorfo le trajo más de un dolor de cabeza, y adaptar el guión del escritor Cormac McCarthy tuvo demasiadas contiendas negativas. ¿La solución de Scott? Volver al terreno de la épica histórica, que ya dominó con la excelente Gladiator, la soporífera Kingdom of Heaven y la reciente adaptación de Robin Hood. El resultado es Exodus: Gods and Kings, una nueva visión de la reconocida historia bíblica que hace bastantes aguas (sic).
Escrita a ocho manos entre Jeffrey Caine, Adam Cooper, Bill Collage y el reconocido Steve Zaillian, lo bueno de Exodus llega tarde, cuando ha pasado más de una hora y media de metraje. No hay mucha reimaginación en la historia del libertador Moisés, encarnado por el recio , sino una excelente puesta en escena y un gran trabajo con el uso del 3D en los primeros momentos del film, lugar donde Scott se siente muy cómodo y es lo que mejor le sale. No hay diferencia alguna entre éste producto y una Son of God, con excepción de un elevado coste de producción y un elenco de primer nivel, mayormente desperdiciado o relegado a diferentes cortes de edición en el mercado del DVD. Con esto no se quiere decir que Exodus sea mala: cuando finalmente llega a dejar de lado las cartas de presentación de los personajes y llegamos a los momentos bíblicos más interesantes -léase, las diez plagas- es donde la película se permite alejarse del típico cuento religioso. Hay una inquietud por mostrar a Moisés como un personaje que podría o no delirar el llamado de Dios a ser el líder semita que todos conocemos, y hasta un costado vengativo de parte del Todopoderoso, encarnado en la imagen de un niño en este caso, que hacen que no todo esté perdido -o contado, en este caso-.
Mas allá de la fuerte crítica al elenco del film, que mayormente está protagonizado por actores blancos en varios estadíos de bronceado egipcio, lo que importa es el talento desperdiciado en pantalla. Y no es que hay pequeñas partes encarnadas por grandes actores, se nota a la legua que Sigourney Weaver tenía un papel de peso que quedó increíblemente recortado a un puñado de escenas, así como también Ben Kingsley, Aaron "bitch" Paul y hasta el cameo de peso, prácticamente, de John Turturro. El contrapeso de Bale lo hace el australiano Joel Edgerton como el maníaco Ramsés II, que comporta el paso dramático por parte de los esclavistas egipcios.
A esta altura, hay muy pocas personas que no sepan cómo comienza y termina la historia de Moisés. Si bien los pequeños cambios son interesantes, llegan tarde para elevar la propuesta épica a otro nivel, a uno más profundo, mas allá de los fantásticos efectos especiales que recrean las plagas y separamientos marítimos.