El Moisés de Scott
Ridley Scott demuestra con Exodo: dioses y reyes lo que es hacer cine épico a lo grande y de una manera realista junto a la estrella británica Christian Bale, quien interpreta aquí a Moisés en el relato histórico más conocido de la Humanidad: la liberación de 600.000 esclavos hebreos de la tiranía egipcia.
Esta nueva ola de género conocida como neo péplum que en los 60’ estaba representada por Espartaco, de Stanley Kubrick; y en los 70’ por películas con relatos bíblicos de Jesús, de faraones o la misma vida de Moisés, supo encontrar su regreso desde la exitosa Gladiador (2000) -también de Scott-, donde Russell Crowe encarnaba a un ex general devenido en luchador de arenas que buscaba vengar a su familia. A este cine de aventuras e historia se suma una entretenida saga como Furia de titanes; las magníficas 300 que bordan el buen estilo comic; una aburrida Pompeii o la versión libre y poco afortunada de Noé junto a un arca al mejor estilo conteiner pesquero aunque de madera.
Sin dudas el neo péplum volvió para quedarse ahora gozando de modernos efectos visuales que rozan el realismo, mucha épica y guiños a ese cine histórico y colosal de hombres guerreros o vidas bíblicas ya mencionadas, obras que buscan las fechas cercanas a la Navidad o las Pascuas para estrenarse. En el caso de Exodo, que contiene una importante factura cinematográfica, se relata el enfrentamiento de dos “hermanos del corazón” como Moisés y Ramsés II, este último el nuevo rey de Egipto y antagonista del pueblo hebreo. Algunos historiadores no están de acuerdo con el enfoque tirano con el que se destacó al personaje, explicando que la Historia no argumenta lo mismo y vinculan a este faraón con la mayor prosperidad que hubo en aquella región.
Volviendo a Exodo, Scott presenta su recorte dejando de lado el episodio de la veneración del Becerro de Oro que ofendía a Dios y evita la profundidad en la cuestión de los Diez Mandamientos que son mencionados “tímidamente” en el trayecto final del film. Detalle que poco puede interesar ya que la obra no corre para esos caminos o puede enojar a quienes buscaban la inclusión y/o comparación con aquellas majestuosas escenas religiosas de Los diez mandamientos (1956), de Cecil B. DeMille. Una referencialidad detallista que tampoco logra encontrarse en el actual héroe protagónico, cuya única ostentación reside en su espada de acero y oro a comparación de aquel humilde bastón/rama del Moisés de Charlton Heston. Pero sin dudas que el sello de Bale suple estas cuestiones y el film se vende por esta gran figura actoral. Y sin ánimos de spoilear, lo mismo sucede con el escape israelita frente al Mar Rojo donde el director apostó por una destacada veracidad.
Esto sucede por el valor histórico de un personaje como el de Moisés, venerado por cuatro religiones distintas entre ellas -judaísmo, cristianismo, Islam y bahaísmo- y que tiene un peso figurativo imprescindible. Tomar este relato desde la visión de un director de cine sólo logra dos cosas en el público: el rechazo total o una nueva y positiva revisión. Por suerte, Scott no es un amateur en el tema y sale bien parado de la cuestión.
La versión del exitoso director de Alien, el octavo pasajero opta por el crudo realismo con el que eran tratados los judíos hasta la brutalidad con la que son arrojadas las famosas siete plagas sobre Egipto, muy lejana a la continua pomposidad inmaculada del film de DeMille donde hasta la vestimenta de los diferentes estratos sociales -con más brillo o mayor austeridad- era homogénea y visualmente pulcra. En cambio Exodo presenta espacios sucios reflejando en las condiciones insalubres donde el pueblo esclavista trabajaba y una extrema miseria referenciada en sus hogares contrastando con el lujo del palacio de Ramsés II.
En conclusión y a favor de Exodo, se destaca la majestuosidad con la que son presentadas las diferentes locaciones del relato -los desiertos de España-, una banda de sonido de buen folklore árabe realizado por el compositor español Alberto Iglesias (El jardinero fiel, Cometas en el cielo) y elogiables actuaciones tanto de Bale como el australiano que la viene pegando fuerte Joel Edgerton (El gran Gastby). En contra -y aleatoriamente- se puede apuntar a la poca profundización sobre ciertos hechos bíblicos pero lo que no es sencillo de digerir son los personajes secundarios con actores renombrados como Aaron Paul (Breaking bad, Need for speed) que hace del famoso discípulo José quién seguiría al mando de los judíos luego de la muerte de Moisés, y Sigourney Weaver (Alien) como la madre de Ramsés II, que están totalmente desdibujados dentro de la historia. Por suerte la formula Scott/Bale es lo que garantiza la calidad de este espectáculo.