Mark Neveldine debería reunirse con su socio Alan Taylor y volver al cine de acción que es el género que mejor domina, ya que su primer trabajo solista como realizador no termina de convencer.
En el 2006 este equipo de realizadores fue responsable de Crank, un delirio absoluto con Jason Statham que cosechó sus seguidores en el mundo del cine.
Desde entonce Neveldine se dedicó a explorar otros géneros con propuestas olvidables como Ghost Rider 2.
Exorcismo en el Vaticano presenta un thriller con elementos sobrenaturales que trabaja dos de las temáticas más tediosas que brindó la cartelera en el último tiempo.
Me refiero a las posesiones satánicas y el maldito subgénero de la cintas de video perdidas.
En consecuencia, la película es un gran Déjà vu de otras producciones que se conocieron en los últimos años. Todo el argumento es extremadamente previsible y el director Neveldine no logra brindar ningún elemento interesante para hacer más llevadero el gran desgaste de esta temática.
Esa es la gran debilidad que tiene esta propuesta.
Una lástima porque contó con un reparto conformado por muy buenos actores, como Michael Peña, Djimoun Hinsou y Dougray Scott, quienes lograron salir bien parados de este proyecto debido a su talento y profesionalismo.
Al margen de esta cuestión la película es bastante aburrida debido a que se limita a refritar las fórmulas que suelen tener los relatos de posesiones demoníacas.
Salvo que que no te hayas hartado todavía de ver este tipo de historias no hay nada interesante por descubrir en Exorcismo en el Vaticano.