¿Hasta cuánto puede estirarse una idea? Esta es la pregunta a realizarse el novel realizador Brian Maya y los guionistas Omar Quiroga y Eduardo Marando. ¿Cuál es el límite para que algo no se transforme en demasiado?
En su ópera prima, Maya (recordado por algunos por una participación actoral en Peligrosa Obsesión y sobre todo por esa ¿obra de culto? a descubrir, Palermo Hollywood) se inclina por un producto puramente de género fantástico del que se podrá escribir mucho pero no puede negársele una frondosa inventiva y originalidad.
Magia, fantasía, esoterismo, guerras, conflictos sociales y familiares, alucinaciones psicóticas, y nazismo; todo eso y (mucho) más se conjuga en menos de una hora y media de relato.
Carlos Belloso es Salvador Santiso, un periodista, cronista de guerra, que en 2003 tiene la posibilidad de viajar a Irak junto con su esposa e hija a cubrir la invasión estadounidense.
En medio de la crónica se desata la tragedia, tras un confuso episodio su hija es dada por muerta.
Salvador no puede recuperarse, entre en picos de depresión, alucina con la posibilidad de ver a su hija, y es internado en un neuropsiquiátrico del que saldrá diez años después.
Cuando intente rearmar su vida, todo será más problemático aún, su mujer (Leonora Balcarce) lo rechaza, afloran rencores familiares, y el recuerdo de su hija continúa intacto. Aunque reciba ofertas laborales para volver a ser el gran periodista que era, su interés está focalizado en otras cuestiones; asegura que el secuestro de su hija forma parte de un extraño plan que tiene como finalidad imponer un nuevo régimen nazi a través de los refugiados de aquella organización en Argentina.
Desandar el camino de aquel macabro plan requerirá del espectador tener la mente abierta, muy abierta.
Ante la posibilidad de un guión que incluye aristas disparadas hacia muchísimos ángulos, Maya optó por una puesta que luce ampulosa, grandilocuente, quizás más grande desde las intenciones de lo que los recursos le permitían. Hay varios efectos, explosiones, un montaje que oscila entre la agilidad videoclipera y unos cortes o fundidos elípticos que llevan a un relato fragmentado.
Todo pareciera ser enorme en Expediente Santiso, y las interpretaciones corren por el mismo carril. Belloso tiende normalmente a una suerte de sobreactuación, y aquí tiene todas las posibilidades y rienda suelta para entrar a ese juego; lo mismo sucede con Leonora Balcarce, Vivian Saconne, Lurdes Mansilla, Edgardo Nievas, y demás secundarios. El guión exige que todo sea expresado en palabras, verbalizado, y la dirección actoral lleva a un recitado esquemático que resalta la teatralidad.
Pero atención. En medio de una propuesta que juega una apuesta más grande de lo que podría manejar, el resultado, en su conjunto, termina siendo mejor que en sus partes individuales.
Sería extenso explicar las razones, pero Expediente Santiso termina creando un ambiente de por sí altamente entretenido y extrañamente divertido. Me arriesgaría a decir que tiene los elementos para alcanzar en un futuro (como es debido) un status de culto.
Dejando volar nuestros recuerdos y nuestra imaginación, da la sensación de un niño jugando con sus juguetes, creándole un argumento cada vez mayor para que sus personajes entren en conflicto y todo explote.
Dentro de ese contexto en el que la verosimilitud se hace a un lado y se impone el entretenimiento, hasta esas falencias (sobre todo las interpretativas) pasan a ser un visto bueno. Quizás – muy probablemente – este sea un efecto involuntario (más observando la seriedad con la que se trata de encarar todo), pero decididamente conseguido.
Antes de su estreno comercial, la ópera prima de Brian Maya tuvo la posibilidad de proyectarse en las medianoches de Cannes y en el último Festival Buenos Aires Rojo Sangre. Es en el contexto de este último dónde quizás se haya sentido más cómoda; una película que presenta un avance interesante en el trabajo de la imagen, con mucho vuelo argumental, y en el que la diversión hace que las falencias más que disimularse, se disfruten.
En el desarrollado panorama actual del cine de género local, hay lugar para propuestas rigurosas e impecables; y también para pequeños deslices entretenidos como este; bienvenidos sean los polos.