Divertidos extraños
El último recuerdo que tenía del Diego Torres actor antes de ver Extraños en la noche era el de esos trailers de La furia que pasaban en Telefé. Aquellos donde el cantante en cuestión gritaba “¡guardias!”, con cara de “me van a violar”. Nunca me atreví a ver aquella película. Así que fuera de aquel grito desaforado entre rejas, no sabía con qué me iba a encontrar en este film que ubica a Torres en un registro absolutamente diferente. En fin, la impresión no fue muy buena, pero desarrollaremos la marcha hacia el cadalso crítico de Diego más tarde. Además, parafraseando a Homero Simpson, la verdad que canta bien y es noble.
Extraños en la noche cuenta la historia de Martín (Torres) y Sol (Julieta Zylberberg), una pareja de músicos que viven (más o menos) de tocar en eventos. Una noche, ciertos movimientos extraños en el departamento de su vecino de arriba los lleva a sospechar un terrible crimen. La película nos contará los problemas que desencadenará para los protagonistas involucrarse en este crimen y, además, las dificultades que atravesarán como pareja.
Esta combinación de géneros bien delimitados, es decir la comedia romántica y el policial, está bastante bien trabajada en Extraños en la noche. El director Alejandro Montiel demuestra sensibilidad y timing para ir desarrollando lo más conveniente de la historia a cada momento, en favor del ritmo y la generación de interés. Entonces, así como en un principio la trama criminal cobra preponderancia, se va diluyendo hacia el final, donde lo que en verdad importa es lo que pasa entre Martín y Sol. Tanto es así que la resolución del hecho criminal es absolutamente inverosímil y absurda, y sin embargo no termina pesando tanto en el resultado final.
El film de Montiel va sobre los rieles de un guion imposible, lleno de arbitrariedades y algunas situaciones fuera de la lógica que el film propone unos minutos antes, y también hay por allí algún plano inentendible y un montaje bastante feo con una canción de Diego Torres de esas del montón (por no decir mala). Sin embargo, Extraños en la noche se apoya inteligentemente en la actuación, genio y figura de Julieta Zylberberg, quien hace olvidar todo lo anterior, sobre todo porque sabe actuar muy bien, y entiende los códigos y tiempos de la comedia. La gracia, belleza y hasta buena voz de Zylberberg es el punto más alto de esta película.
Muy diferente a la situación de Diego Torres, que hace lo que puede en su complicada labor, pero lamentablemente nunca logra un rasgo de naturalidad en su personaje. Siempre aparece fuera de registro, tosco, artificial. Incluso algunos buenos chistes que tiene su personaje quedan estrolados contra la dureza de su interpretación. Diego Torres me cae bien, me parece un tipo divertido, talentoso, y aunque no frecuento su música reconozco en él a alguien trabajador y de sensibilidad artística, pero en este film no funcionó.
Un comentario con respecto a quienes interpretan a los padres de Martín, Betiana Blum y Daniel Rabinovich. Ella cree que interpretar a una madre es gritar mucho. Yo hubiera preferido a Mirta Busnelli en plan post faso. El sufre el síndrome de Les Luthiers en el cine: no puede dejar de ser un Luthier, incluso sus parlamentos son al estilo de Les Luthiers. A pesar de esto, sus apariciones son siempre muy divertidas.
Entonces Extraños en la noche tiene la virtud de ser una comedia distinta a lo que acostumbramos a ver en producciones nacionales como Esperando la carroza o Cruzadas. Tiene algunas fallas que la vuelven irregular, pero se sobrepone a fuerza de algunas buenas ideas de Montiel y compañía, y de la performance de Julieta Zylberberg.