Dos personajes en busca de un mejor guión
El regreso de Diego Torres a la pantalla grande cuenta con buenas actuaciones, pero una historia que no cierra bien.
La comedia romántica es un género complicado. Porque además de la comedia, le tiene que agregar la historia de amor. Es decir que debe equilibrar las risas con la emoción y no perder el rumbo a pesar del cambio de tono. Si a eso se le suma una historia policial, entonces ya son tres las cuerdas que hay que ajustar. Y ajustarlas por separado ya es de por si difícil, pero juntas es una tarea realmente compleja.
No se puede decir que Extraños en la noche sea un film que intente abarcar demasiado, ya que a pesar de todo lo que le falta para funcionar, igual tiene la acción totalmente concentrada en la pareja protagónica. Y, a diferencia de casi todas las comedias románticas nacionales, los dos personajes protagónicos están bastante equilibrados. Aun cuando Julieta Zylberberg es proporcionalmente menos famosa que Diego Torres, la película no descuida que se trata de una historia de pareja ni se convierte en un show del actor y cantante.
El problema es que el guión no funciona, que el guión es muy imperfecto y eso debilita todo el trabajo de los actores que, a pesar de su carisma, se ven obligados a lidiar con diálogos imposibles y situaciones que de tan forzadas los dejan en más de un momento en problemas. Las buenas intenciones no alcanzan. Incluso la factura técnica impecable –sonido, montaje, fotografía– no logra encontrar el film que se merece.
No es fácil escribir un buen guión, pero si se llega al rodaje sin haber alcanzado un cierto nivel, toda la película se verá afectada. Extraños en la noche es prueba de esto. Una ironía final, casi una paradoja, es que los mejores momentos de la película sean aquellas en las que Diego Torres se parece más a Diego Torres. Cuando se asoma la estrella de la música popular, toda la película se ilumina. Tal vez debería retomarse la tradición de su madre, Lolita Torres, y hacer un film de puro disfrute, con canciones y humor, sin tanta vuelta. Repito, una paradoja, ya que el protagonista desprecia ese estilo musical que, justamente, lo que hace que el actor y cantante lleve gente al cine.
Buenos actores secundarios –en particular Laura Conforte, Alexia Moyano y Fabián Arenillas– y bellas locaciones terminan de armar una película que no funciona porque el guión no funciona y eso empantana todo el proyecto de forma insalvable.