No se metan con el nuevo
Extraordinario es la nueva producción del director de Las Ventajas de ser Invisible, Stephen Chbosky. Basada en la novela de R. J. Palacio, la película cuenta con las actuaciones protagónicas de Julia Roberts y Owen Wilson quienes les dan vida a los padres del pequeño Auggie, un chico de diez años que ha sufrido una deformación en su rostro a causa de una enfermedad congénita. Con Jacob Tremblay (Room) en la piel de Auggie, esta historia se propone explorar la vida de un joven cuya mayor ambición en la vida es ser normal, aunque sea por un rato.
Apenas con esas pocas líneas introductorias ya alcanza para resumir una obra que, como se puede presumir, cuenta con innumerables aristas y, sobre todo, con múltiples cuestionamientos que el espectador le puede plantear incluso antes de haberla visto. Y esto ocurre porque es amplísima la lista de películas que abordan los temas que Extraordinario plantea: la adaptación de los chicos cuando empiezan la escuela, el rol de los padres en dicho proceso, las complicaciones extra que experimentan aquellos que, por hache o por be, se sienten “diferentes”, el bullying que está presente a todo nivel, las reacciones de quienes rodean a las víctimas del abuso (resto de la familia, docentes, compañeros, padres de la comunidad escolar, etc.) y todo esto sin mencionar los vicios y los aciertos que el cine ha sabido acumular a lo largo de los años cuando tiene entre manos un relato como este. Las preguntas están planteadas. De hecho, siempre lo estuvieron desde que el libro de Palacio fue elegido para adaptarse al cine. La cuestión son los resultados y estos responden a las formas.
Para empezar hay que decir que tanto los guionistas adaptadores como el director consiguieron un perfecto balance entre el humor y la seriedad (entendida como delicadeza) con que se debe tratar el tema. Porque el tema no es otro que: nene de diez con la cara deformada a causa de 27 operaciones que va por primera vez a la escuela primaria. Así, con algunos chistes hechos por el propio Auggie sobre su condición, otros de la mano de su moderno padre Nate (Wilson) y los menos felices a cargo de los abusones de turno actúan como elementos introductorios para una trama que, claro está, también encontrará momentos dramáticos y a rolete.
El tema está en que, con lo dicho, lo que tenemos es una historia vista miles de veces. Se puede repetir, claro, con toda la sensiblería conocida y el altísimo riesgo del golpe bajo. Pero ahí es donde Extraordinario dice no, yo voy por otro lado.
Porque la historia decide contárnosla desde distintos puntos de vista, diferenciados todos ellos por el viejo recurso de mandar pantalla a negro con el nombre del protagonista escrito en el medio y bien grande para que nos quede claro quién va a llevar la voz cantante en el segmento que se avecina. Pero el acierto no radica en esta fragmentación sino en lo que esta propone. Porque no solo vemos el punto de vista de Auggie mientras suda la gota gorda por encajar en un mundo tan hostil como el de la escuela primaria o el de sus padres que se desviven por alivianar la situación de su hijo. Vemos a la hermana de Auggie, vemos a su mejor amiga, vemos a su novio, a los profesores del colegio, al director, a los que buscan la amistad de Auggie, incluso a los que le hacen la vida imposible. Nos ponemos en los zapatos de todos ellos pero (y acá está el quid de la cuestión) para experimentar los sentimientos exactamente opuestos a lo que personajes de este estilo nos han acostumbrado a sentir. No prima la lástima para el protagonista, no hay entendimiento y empatía hacia los padres, no hay rencor para los abusones ni cariño para el director buena onda o la hermana comprensiva. Lo que la película propone es meterse bien en lo profundo de todos estos personajes circundantes para entender también sus sensaciones, sus miserias, sus motivaciones, sus razones y sus actos. De esa forma es que la película plantea su reflexión, haciéndonos ver que todos tenemos nuestros problemas y, grandes o chicos, tienen sus causas, sus formas de cambiarnos y representan todo nuestro mundo por más que siempre va a haber otros que la estén pasando mejor o peor. Lo que es claro es que todos tenemos derecho a sufrir por ellos y a recibir ayuda para combatirlos.
Con una Julia Roberts maravillosa, un gran Owen Wilson, una gratísima revelación como es Izabela Vidovic (la hermana) y un enorme Jacob Tremblay, Extraordinario resulta una propuesta divertida, inspiradora e increíblemente innovadora en un terreno que parecía agotado. Bravo