Las remakes cinematográficas implican al escribir el guión, si no se tiene la intención de dejar la impronta social de una época, el tener la capacidad de mantener la vigencia de todos sus personajes, y sobre todo la de las situaciones de la obra original, algo que, por lo que se ve en pantalla, le resultó difícil a la guionista Allison Burnett cuando tuvo que reescribir las historias de los jóvenes que ingresan llenos de ilusiones a las escuelas de arte estadounidenses. El guión tiene escenas que resultan algo confusas, ligeras y poco elaboradas.
Seguramente, esas marcaciones escénicas fueron las que dificultaron la puesta del realizador Kevin Tancharoen para lograr un trabajo fluido y ameno además de no poder situarlo en un espacio de tiempo definido, aunque Burnett separó la trama principal en cuatro temporalidades, las que abarcan los años de estudio para facilitar la forma de mostrar la evolución de vida de los personajes, aunque éstos resultan anticuados en sus reacciones..
En el tercer milenio treinta años después de la primera versión, encontramos jóvenes con otras estructuras sociales, habituados a acceder a la ayuda psicopedagógica y con una impresionante carga de información desde la llegada de internet a los hogares, además de tener la capacidad de intercambiar ideas en forma permanente mediante los teléfonos portables (o celulares como los llamamos en la Argentina), lo que implica una forma diferente de arrastrar su propia historia y encarar lo que la vida les presenta.
El realizador tuvo que dirigir a actores cuyos physique du rol están alejados de la imagen de los adolescentes, porque tienen una apariencia cercana a los treinta años de edad, quitándoles la frescura y espontaneidad de los jóvenes que todavía muy cerca de la pubertad descubren lo arduo que resulta integrarse a una sociedad que aún mantiene ciertos prejuicios respecto a la profesión de los artistas, y en proyección a todos los que deciden ganarse la vida con lo que les gusta hacer.
La trama oscila entre mostrar superficialmente los conflictos personales de los alumnos y profesores o darle fuerza a los cuadros musicales, casi todos integrados a la continuidad de los sucesos. Pero la música de Mark Isham no impacta, y el espectador sólo se lleva el recuerdo de las dos canciones de la primera versión que están insertadas en esta remake. Aunque el remix de la canción “Fama” puede resultar un poco lento.
Las subtramas no cerradas de esta obra cinematográfica seguramente serán con lo que los espectadores se identifiquen, sobre todo los estudiantes de artes escénicas, porque es sabido que en la vida de un artista todo comienza después que se terminó de aprender la profesión, si es que alguna vez se termina de hacerlo.
Esta recreación puede resultar atractiva a quienes quieren ser famosos rápidamente y a los amantes de las obras musicales.