Fama

Crítica de Diego Martínez Pisacco - CineFreaks

Volvé Alan Parker, te perdonamos...

Resulta imposible no relacionar a Fama –tanto la película de 1980 como la serie derivada de la misma que se realizara entre 1982 y 1987- con un contexto histórico muy específico. El filme del ya por aquel entonces famoso Alan Parker había llegado para quedarse con su devastadora energía juvenil de la mano de un excelente plantel de actores (no sólo los más jóvenes sino también algunos veteranos como el ya fallecido Albert Hague). El guionista Christopher Gore había dado en la tecla al poner al descubierto todos los sueños, esperanzas, alegrías y tristezas de esos aspirantes a actores, bailarines y músicos que integraban el selecto New York City High School for the Performing Arts. La vida bohemia que uno podía anticipar en ese grupo de locos lindos durante los años 80 pegaría un giro dramático tremendo con el advenimiento del SIDA que le costaría la existencia al mismísimo Gore en 1988, y que generaría por su temática el musical Rent varios años después (aunque en verdad se trata de una versión moderna de La Bohème de Giacomo Puccini). Es indudable que las impresiones juveniles son las más duraderas: uno puede recordar montones de títulos que dejaron una huella por aquella época más allá de si el tiempo los destronó o no del sitial de honor en el que los colocamos. La nostalgia opera como si tuviera una mente propia y con la franquicia Fama esto se vuelve patente una vez más, dado que no se trata ni del mejor de los trabajos de Parker ni de la más brillante de las series de televisión. Simplemente fueron productos de una era altamente eficaces que con sus singularidades supieron conectarse con las necesidades del público. Los personajes principales y las canciones de Michael Gore –con especial lucimiento para el pegadizo tema homónimo ganador del Oscar y la balada también nominada "Out Here on My Own"- le proveyeron la identidad indispensable hasta gradualmente convertirse en objeto de culto.

Fiel a sus preceptos Hollywood vuelve a reciclar viejas ideas para impactar en las generaciones contemporáneas con una Fama aggiornada al estilo MTv que no hará mella al compararla con la de 1980 por su escaso rigor para plantear los conflictos y desarrollarlos como se debe. La velocidad es aquí el enemigo público número 1 de un guión previsible y por demás deshilachado. El director debutante, Kevin Tancharoen, es un joven de apenas 25 años que viene trabajando para la industria desde adolescente como bailarín, coreográfo y productor/realizador de TV (DanceLife, 2007). La adaptación de Allison Burnett y la puesta en escena de Tancharoen han priorizado el ritmo por sobre cualquier otra cosa banalizando de esta forma la problemática adolescente que tan bien logró canalizar Parker en su momento. Si los números musicales compensaran en parte la pérdida de densidad dramática estaríamos hablando de un musical light en la senda de una High School Musical pero en esta obra lamentablemente no hay ni una escena memorable. Sí, ni una sola...

Uno de los errores más evidentes del guión es no haber logrado darle consistencia y autonomía a cada período lectivo de los alumnos. En cuestión de minutos pasamos de las audiciones al “Freshman Year" (1er. año), "Sophomore Year" (2º año), "Junior Year" (3er. año) y "Senior Year" (último año) sin lograr hacer una descripción válida entre ellos. Las mismas limitaciones corren para los personajes de Jenny (Kay Panabaker), Marco (Asher Book), Denise (Naturi Naughton), Victor (Walter Perez), Malik (Collins Pennie), Alice (Kherington Payne), Neil (Paul Iacono), Kevin (Paul McGill) y Joy (Anna Maria Perez de Tagle). Los actores aportan su frescura, calidad (Payne es una excelente bailarina y Book y Naughton dos cantantes consumados) y buenos recursos expresivos pero los estereotipos que construyó Allison Burnett nos les permite levantar vuelo ni siquiera en sus pequeños instantes de lucimiento personal. Del elenco original sólo repite una desconocida –por lo obesa- Debbie Allen quien encarnara a la profesora de danza Lydia en el filme y la serie de los 80, mientras que ahora interpreta a la directora del colegio. La esbelta imagen de Allen de hace tres décadas y la decadencia física que revela en la actualidad no denota solamente el despiadado transcurrir del tiempo: he aquí una metáfora perfecta que se puede hacer extensible a un musical que nunca debería haberse revisitado (no así, al menos). La voracidad comercial de Hollywood lo hizo otra vez... ¿hasta cuándo?