Creced y multiplicaos, pero no mucho
El director de Guerra de papás vuelve a la comedia ATP con la historia de un matrimonio en un bizarro plan de adopción.
Una de las reglas no escritas de la distribución argentina dice que con la llegada de diciembre debe estrenarse una comedia de espíritu navideño. La de este año se llama Familia al instante y, si bien no transcurre en épocas de arbolitos y villancicos, tiene todo lo que se puede esperar de ese tipo de películas: personajes queribles y bondadosos, una buena cantidad de chistes multitarget de fácil digestión y otros tantos basados en golpes contra cualquier superficie, un relato que podrá desviarse –y que cuando se desvía es cuando mejor funciona– pero que invariablemente culminará en una amable celebración de la unión y el amor. Tan celebratorio de la unión y el amor, que su última escena muestra la realización de una foto en un juzgado donde posan todos los integrantes del Tribunal, los policías e incluso quienes hasta segundos antes habían estado sentados en el banquillo. Difícilmente alguien pueda ofenderse con una película de estas características, que para colmo tiene en los roles centrales a dos intérpretes de probada solvencia en el género como Mark Wahlberg y la australiana Rose Byrne, y dos actrices de reparto infalibles como Octavia Spencer y Margo Martindale.
Pete (Wahlberg, especialista en encarnar tipos bonachones y módicamente torpes) y Ellie (Byrne, la novia/esposa por excelencia de la comedia americana de la última década) son un matrimonio feliz pero incompleto. Así piensan y así lo sienten cuando en cada charla con amigos y familiares sobrevuele la idea de tener hijos. El problema es que ya están grandes y, de embarazarse ahora, deberían hacerse cargo de adolescentes cuando ellos no puedan seguirles el ritmo. O al menos eso piensa él, traumado por un hecho de la juventud mostrado a través de un inspirado flashback. Ella, entonces, hace lo que hacen nueve de cada diez mujeres en el cine de Hollywood aun en tiempos de #Metoo y reclamos de igualdad de género en la pantalla: concede sin chistar. Desechada la vía natural, la adopción asoma como una posibilidad latente. Para eso deberán hacer un curso introductorio donde explicarán sus motivaciones y conocerán a quienes, como ellos, se disponen a emprender la aventura de una familia.
La película de Sean Anders (Quiero matar a mi jefe 2, las dos Guerra de papás) tiene un grupo de futuros padres y madres sacados de una galería de freaks. La pareja homosexual progre, otra de ultracatólicos que afirma estar allí por mandato de Dios y –la cereza del postre– una alemana que quiere a un negro adolescente con capacidades deportivas para ganar una beca, invitan a pensar que Familia al instante se reirá de aquellas causas que supuestamente abraza. La sensación aumenta cuando, interesados en una adolescente y sus dos hermanitos menores, Pete y Ellie pregunten por los padres biológicos. Antes del chequeo en la base de datos, todos suponen que mamá, de origen latino, está presa, y efectivamente lo está. “¿Y el padre?”, retruca él, a lo que la asistente social responde riéndose a carcajadas. Pocas veces una comedia familiar se permitió un comentario tan abiertamente político a través del sarcasmo. Un sarcasmo que de allí en adelante aparecerá en dosis homeopáticas solo durante las charlas en las que los flamantes padres comparten sus miserias… y todos se ríen de ellos.
El asunto se complica luego de la adopción. Se complica para una pareja para la que no será nada fácil lidiar con una quinceañera rebelde y contestataria (la cantante de ascendencia peruana Isabela Moner), un chico de diez años torpe y con una excesiva tendencia a mandarse cagadas y luego disculparse, y una nenita de cuatro dócil y cariñosa hasta que se encapricha. Se complica también para la película, pues con el quinteto ya unido el guión coescrito por Anders y su habitual socio creativo John Morris vuelve al llano del humor facilongo y ATP. Como es de esperar, habrá tiempo para las consabidas justificaciones de por qué cada uno es como es, un progresivo acercamiento de los padres hacia la adolescente y una amenaza externa a ese débil equilibrio construido con esfuerzo y perseverancia. Amenaza que, desde ya, difícilmente pase a mayores, porque de hacerlo Familia al instante sería una película distinta… y posiblemente mejor.