Ernesto tiene 48 años y vive con su madre (Elisa) y su hermana (Betina) en un hotel en Valeria del Mar. La vida rutinaria de la familia se termina la noche en que Julia, la hija adolescente de Ernesto, llega desde Buenos Aires para reclamar amor paterno después de ocho años de distanciamiento. Ernesto y Julia esconden secretos trascendentes que no están dispuestos a develar y que entorpecen la relación; la abuela y la tía interceden pero el vínculo padre - hija es tan poderoso que el conflicto sólo podrá dirimirse entre ellos. En la búsqueda por el mutuo reconocimiento las situaciones familiares, tan dramáticas como desopilantes, se suceden hasta arribar a un final tan inesperado como emotivo.
Hasta aquí, la breve síntesis argumental. Puede deducirse que no habrá mayores sorpresas, toda vez que se trata, más allá de las variaciones, de temas cotidianos, familiares y de vínculos interpersonales conocidos y reproducidos en las variantes artísticas más diversas a lo largo del tiempo.
El gran mérito de Edgardo González Amer, autor del guión y director, es haber logrado que las emociones se filtren a través de las imágenes en un adecuado manejo de la narración y utilizando elementos cinematográficos simples y bien combinados.
La presencia de Norma Aleandro (Elisa) es un plus adicional. Hay actores/actrices que participan de un film y aunque no constituyan sus personajes el eje de la historia, se transforman a partir de sus actuaciones en elementos que aportan una cohesión evidente en la estructura y en el desarrollo de la narración. Ya había tenido la misma sensación con Aleandro cuando ví Anita (Marcos Carnevale, 2009) y con Mirta Busnelli y Bettiana Blum en Road July (Gaspar Gómez, 2010). En todos los casos sus participaciones, si bien los personajes no son el centro de lo que se cuenta y a veces su presencia en imágenes ocupa un tiempo escaso en relación al total del film, resultan fundamentales.
Oscar Ferrigno (Ernesto) no tiene dificultades para desempeñarse en su rol de hijo de Elisa toda vez que en este caso la ficción coincide con la realidad y su mayor desafío, del que sale airoso, es ponerle el cuerpo a ese padre que debe enfrentar la situación de rearmar el vínculo con su hija adolescente luego de ocho años de ausencia. Malena Sánchez le da corporalidad en la pantalla a este personaje (Julia) otorgándole una expresividad muy atrayente. Proveniente de los talleres del talentoso Julio Chavez, esta actriz debuta en el cine con este film y con un futuro actoral que se vislumbra muy auspicioso.
El rol de Betina está a cargo de Valeria Lorca quien ya trabajó con González Amer en su anterior y primer film El infinito sin estrellas (2007). Su eficaz composición aporta, a las dificultades de comunicacion que presenta el personaje, una gestualidad conmovedora y eficazmente captada por la cámara. Se destaca Jorge Suárez (Luis, amigo de Ernesto) en un trabajo actoral con la calidad que es habitual en él. Completan el elenco Paula Kohan (Gisela), Ximena Rijel (Nina), Darío Levy (Pedro), Ernesto Imas (Aguirre), Julián Infantino (Andrés) y Edgardo González Amer (Vecino).
El ritmo (con la aclaración que la percepción del tiempo es totalmente subjetiva) por momentos pausado que le otorga el director a la narración, se corresponde con la historia toda vez que la mayor parte del film se sitúa en un hotel ubicado en las playas de la costa argentina fuera de la temporada estival y resulta coherente con la construcción de un vínculo padre-hija que solo se construye pausadamente, momento a momento, con sus tiempos de maduración y desarrollo afectivo. Un film para apreciar sin apuro con toques de comedia en donde las imágenes de lo cotidiano, con sus conflictos y emociones, permiten al espectador alternarse en identificaciones con personajes o situaciones, reflexionar, entretenerse y pasar un buen momento.