Papá se volvió choto
Un hombre cuarentón, rechaza atender un llamado telefónico que seguramente proviene de un pasado con el que no quiere volver a conectarse. Él, que vive en alguna playa pequeña de la costa atlántica, en un hotel que maneja junto a su madre, no tendrá más remedio que enfrentarse a ese pasado cuando su hija adolescente se presente sin anunciarlo en la puerta del hotel, por el momento casi deshabitado.
La película es la historia de un hombre que debe reconstruir su paternidad, y al hacerlo, inesperadamente pondrá en cuestión la relación con su madre y con su hermana, personaje extraño y sentencioso, que también vive con ellos. Ese padre y esa hija deberán re descubrirse y aceptarse mutuamente, pues la vida los ha vuelto a unir, muy a su pesar.
Ernesto es un hombre de mal talante, que esconde su propio deseo a fuerza de frustraciones. La película se organiza alrededor de él y de su comportamiento. Los personajes giran en su rededor, tanto su hija, como unas jóvenes acompañantes de un señor mayor hospedado en el hotel o el piletero, que no logra detectar el origen de la falla constructiva. Con un guión trazado con lugares comunes, la película es absolutamente previsible y poco interesante. Todas las situaciones que podrían generar cierta inquietud en el espectador, no tienen efecto alguno en tanto son siempre anticipadas, los diálogos suenan con cierto falsete y las actuaciones son sumamente desparejas (aunque en general tienden a ser malas). A Oscar Ferrigno el papel le queda definitivamente grande.
Familia para armar intenta alternar comedia con emociones, en ese registro elemental de novelón, contada sin interés alguno en profundizar en conceptos cinematográficos, más cercano a las estrategias narrativas de la televisión, con personajes estancos, con secuencias narrativas definidas y una puesta en escena convencional sin riesgo formal alguno.
Nada nuevo, nada interesante, nada espantoso. Esa tal vez sea una buena forma de definir esta olvidable película de Edgardo González Amer.