¡Ay! Familias
Con fallas de guión, y una puesta en escena bastante chata y convencional, el reparto se defiende con las armas que cada uno cuenta saliendo airosas la novel Malena Sánchez y Norma Aleandro.
Hay familias tipo, numerosas, tradicionales, liberales, monoparentales, homoparentales, disfuncionales, modernas, anticuadas, nuevas. Hay muchos modelos de familia y la que bosqueja el director Edgardo González Amer en su Familia para armar es una abstractamente particular con claras intenciones de universalización o por lo menos de lograr empatía y emoción espectatorial.
Ernesto (Ferrigno) es un casi cincuentón que escribió algunos libros de cuentos y ahora administra un hotelito en una ciudad balnearia de la costa bonaerense. En ese trabajo lo ayudan Elisa, su madre (Aleandro), y Betina (Lorca) una hermana con algún signo evidente de discapacidad mental. De repente y sin mucho aviso se le presenta su hija adolescente, Julia (Sánchez) a quien no ve desde hace tiempo. Esa estadía oculta razones, desarrolla relaciones complicadas y develará secretos entre los integrantes de este núcleo familiar.
Incomodidades adultas y rebeldías juveniles chocarán sin medida mientras se cruzan en la historia para enredar más las situaciones unos huéspedes del hotel (un trío conformado por un hombre mayor y dos chicas en busca de diversión), un amigo del protagonista, un piletero y un joven con ganas de enamorarse.
Así como la piscina del complejo pierde misteriosamente su contenido, la narración hace agua al plantear temas que o acumula o predica sin demasiado desarrollo generando agujeros negros que se tragan la verosimilitud y la atención, y que cuando se enuncian son previsibles (la relación filial, la razón del viaje) o son puro efecto (el motivo que ha ocasionado la conducta de Betina).
Con esas fallas en el guión y una puesta en escena bastante chata y convencional, poco puede hacer el reparto que se defiende con las armas con las que cada uno cuenta interpretando personajes lineales. Y entonces sólo salen airosas la novel Malena Sánchez aportando frescura y potencia adolescente y Norma Aleandro que se divierte con su papel y nos facilita a los espectadores alguna sonrisa natural entre tanto artificio (mal) construido.