Todo por decir
Edgardo González Amer ya había demostrado con su anterior trabajo El infinito sin estrellas (2007) una particular visión a la hora de retratar un universo familiar en donde los silencios predominaban por sobres las palabras. En su segunda obra sigue la línea narrativa de su antecesora, plasmando una historia familiar construida a partir de lo que no se dice y nunca se dirá.
Ernesto(Oscar Ferrigno) está por arribar a los 50 años, abúlico, terco y desprolijo vive en la costa atlántica junto a su hermana tartamuda (Valeria Lorca) y la madre de ambos (Norma Aleandro). De la noche a la mañana aparecerá en el hotel que los tres manejan Julia (sorprendente debut de Malena Sánchez), la hija adolescente de Ernesto que vivía en la ciudad junto a su madre. Julia viene cargada de silencios, dudas y temores, a pesar del desparpajo y la inocencia que le otorga la juventud. Julia trae consigo el desafió de construir un vínculo que nunca existió y ser aceptada por un padre que no se animó a cumplir con dicho rol.
Familia para armar (2010) tiene un plus de esos que muy pocas veces la ficción puede dar y es que sus protagonistas son en la vida real una verdadera familia, Oscar Ferrigno no solo es el hijo de Norma Aleandro sino que además es el esposo de Valeria Lorca. Los lazos reales que existen entre ellos le brindan a los personajes que interpretan una química especial a la hora de construir las relaciones vinculares que entre ellos se establecen, dándole una credibilidad mayor a lo que transmiten.
El realizador y guionista ofrece una mirada distinta de cómo puede ser vista y reflejada una relación familiar. La historia se edificaa partir de lo que no se dice, de silencios, de gestos, de miradas. Lo más atractivo de la historia está puesto en lo supuesto y no en lo concreto. De esta manera se logra buscar un espectador participe que sea quien busque las respuestas que por ahí no se dan de manera explícita, aunque sí se dejarán entrever.
Familia para armar peca a la hora de abrir líneas narrativas que no llega a desarrollar de manera completa y que le dan cierta inconsistencia al relato. Tirar demasiadas puntas y dejarlas inconclusas cuando no le aportan nada a la historia no hacen más que opacar el resultado final.
Desde la actoral hay que rescatar el trabajo de Malena Sánchez, en un debut que ya le augura un futuro prometedor dentro de la cinematografía local. Su interpretación de Julia logra traspasar la pantalla gracias a la impronta personal que supo otorgarle. Valeria Lorca, quién ya había demostrado en El infinito sus estrellas sus dotes actorales vuelve a reconfirmar que es una mujer que los directores deben tener en cuenta.
Edgardo González Amer propone una historia narrativa, lineal, algo emotiva, que no cae en el efectismo ni se preocupa por buscar la complicidad del espectador, sino todo lo contrario. Las necesidades afectivas dentro de un núcleo familiar roto son reflejadas con la particular visión de un director que supo rodearse de una familia ya constituída.