Familia para armar cuenta la historia del emotivo reencuentro entre un padre y su hija adolescente luego de una separación larga y traumática. Ernesto es un hombre ofuscado y distante, y Julia una hija empecinada en ser amada y recomponer esta relación.
La segunda película de Edgardo González Amer se centra en una familia desarticulada que vive de la atención de un hotel en Valeria del Mar. Ernesto, un hombre de mediana edad al que se lo ve enojado en todo momento, parece no tener una buena relación con su madre ni con su hermana, por lo que cuando su hija Julia, a quien no ve desde hace ocho años, toque a su puerta forzando un reencuentro, los problemas se harán mayores para quien olvidó cómo ser padre. El director buscará entonces desarrollar un enfoque humorístico de la historia, quedándose en el intento a causa de los numerosos fallidos que tiene en su realización.
Madre e hijo tanto dentro como fuera de la pantalla, Norma Aleando y Oscar Ferrigno se encuentran en niveles completamente diferentes a la hora de la actuación. A ella, una actriz consagrada que garantiza la efectividad de su papel, se le tira un ladrillo y es capaz de devolver la pared, mientras que él no es capaz de lo mismo con su protagónico, al que lleva adelante sin soltura ni gracia. Enojado, fastidioso, molesto, repetirá hasta el hartazgo frases como “¿Qué querés?” o “No me rompas las pelotas”, logrando por momentos ser una verdadera molestia para el espectador. Al igual que sucede con la debutante Malena Sánchez, las dificultades en el momento de la interpretación se ven resaltadas a causa de la cantidad excesiva de diálogo con más pretensiones que méritos. La idea parecería ser la de dotar a estas líneas de ingenio, algo que se hace insertando algunos chistes sin humor y pasando por alto preguntas para responderlas más adelante, revelando monotonía y falta de fluidez, algo que se acentúa con la ausencia de música o ritmo.
Del tronco de la historia, la relación padre-hija, se van a desprender una serie de ramas planteando conflictos paralelos que quedan truncos porque no se les da una resolución. De Betina, la hermana con alguna discapacidad mental de Ernesto muy bien interpretada por Valeria Lorca, se dirá al pasar y sin ninguna justificación que su hijo falleció tiempo atrás. Este chico al que no se hace referencia en ningún momento anterior y al que tampoco se referirán después, parece haber nacido y muerto en lo que a Ferrigno le toma decir esa frase. El romance entre Julia y el chico de la ferretería es otra línea que quedará inconclusa, así como el acercamiento entre Aleandro y el huésped del hotel, revelando que a la hora de la verdad lo único que importaba era el conflicto central y lo demás eran meros accesorios.
A todo esto se suma la imposibilidad de generar el pretendido misterio de la aparición de Julia en la puerta del hotel. No hay dudas de la razón por la que la chica está ahí, nadie puede tenerlas excepto Ernesto, a quien saber la verdad le llevará 40 largos minutos de preguntas y llamados sin respuestas. Paradójicamente, a diferencia de lo que ocurrió con su destacada ópera prima El infinito sin estrellas, que no tuvo su justo reconocimiento, al contar con un nombre como el de Norma Aleandro en el elenco y una mayor distribución, este fallido trabajo llegará a un mayor número de personas. Serán varios entonces los que verán cómo Edgardo González Amer se concentró en armar a una familia, olvidándose de cómo construir una película.