Nuestro pasado nos condena
No sé si es que se hacen muchas películas así o los distribuidores argentinos las eligen siempre, pero en los últimos meses abundaron las películas (auto)paródicas sobre veteranos (especialmente gangsters) que vuelven al ruedo y deben sobrellevar el peso de los años, del cuerpo y de los golpes de la vida. Robert De Niro es un abonado especial a esta suerte de reciclajes un poco en broma, un poco en serio y aquí se le suma otra que ha estado “casada con la mafia”: Michelle Pfeiffer (también fue parte de Scarface).
Lo cierto es que De Niro y Pfeiffer son un matrimonio que viene huyendo de otros mafiosos que quieren vengarse y vive de incógnito gracias a un plan de protección de testigos del FBI que lo lleva cada pocos meses por distintas zonas de Francia, siempre con identidades falsas. Tras un período en París, les toca en suerte un pequeño pueblo de Normandía, donde pronto ellos y sus dos hijos, la seductora Belle (Dianna Agron, vista en Glee), de 17 años, y Warren (John D’Leo), de 14, conmoverán al vecindario y al colegio secundario a puros arranques de violencia.
No es que a Luc Besson -productor, coguionista y director del proyecto- le falte experiencia y oficio para esta mezcla entre la comedia física y el film de gangsters, pero aunque en su mixtura de screwball y noir consigue algunos buenos pasajes, el material en líneas generales es bastante rancio, previsible, con mucho regusto a fórmula ya demasiado transitada.
Desde hace mucho tiempo, De Niro viene trabajando con piloto automático “por el cheque” (viviendo de sus viejas glorias como mafioso) y, en esa línea, su Fred Blake resulta menos patético que otros personajes suyos recientes. Pfeiffer tiene pocas posibilidades de lucimiento y lo de Tommy Lee Jones (como el agente del FBI que supervisa el estado de la “familia peligrosa”) es directamente penoso, sobre todo porque él siempre ha logrado dotar de enorme dignidad a sus muy diversos trabajos.
El director de Nikita, El quinto elemento y El perfecto asesino se dio el gusto de parodiar todos y cada uno de los lugares comunes, clisés, prejuicios y amores/odios que unen a las culturas estadounidense y francesa. También hay aquí algo del espíritu de Mini Espías y hasta de Los Increíbles. El saldo no es vergonzoso, es cierto, pero está lejos de sorprender o fascinar. Un divertimento menor.