Lo importante y lo exportante
Los norteamericanos ocuparon Europa en la Segunda Guerra, y nunca se fueron. Este nuevo desembarco yankee en Normandía no tiene nada de especial. Es un más de mismo muy canchero y autoconciente en donde De Niro vuelve a hacer de mafioso, Pfeiffer vuelve a hacer de esposa de mafioso y Tomy Lee Jones vuelve a hacer de abanderado de la ley y el orden desgastado y resignado.
La idea, digamos, original, es comprobar la persistencia de las malas costumbres de un criminal venido a menos y de su familia, quienes van a parar a un apacible pueblo de Francia amparados por el programa de protección de testigos. Y es una idea que a pesar de todo tiene su encanto. Algunos caprichos extremos de un guión perezoso y misantrópico resienten bastante una trama que se ampara demasiado en la solvencia indiscutible de sus protagonistas. Todos cumplen con lo que se espera de ellos.
Luc Beson es francés pero más papista que el Papa filma en inglés, piensa en inglés y acumula más clichés sobre los franceses (y de paso sobre los mafiosos, los cinéfilos y cualquier otro grupo reconocible) que los que se puedan contar, todo en nombre de una comedia negrísima ocasionalmente divertida. Su oficio es indudable pero hace ya 20 años que optó por abandonar cualquier tipo de riesgo.