Con aire del nuevo cine argentino, que desde hace varios años dejó marcada su impronta de la mano de grandes directores y directoras, “Familia Sumergida” continúa con esta tradición estética.
El film centra su argumento en la emocionalidad de Marcela (Mercedes Morán). Al moriri su hermana Rina, ella se hará cargo de sus bienes. A partir de este hecho Marcela se sumerge en un viaje completamente sentimental, donde su mundo cotidiano se vuelve extraño y por momentos distante. La única inmersa es ella. Encontrará ciertos facilitadores dentro y fuera de su circulo familiar pero igualmente la soledad interna de esa travesía mental no está presente en el resto de la familia, solo en Marcela.
Un relato cálido, lleno de elementos oníricos, que gracias a la bella fotografía y música invitan al espectador a este viaje. Cuando parece que nada sucede en la película, allí está Morán para salvar los momentos en los que el relato hace agua y se queda en una meseta. Una actuación casi a cara lavada, donde todo ese mundo interno mencionado anteriormente se ve reflejado en la mirada. La expresión justa para cada acto cotidiano plagado de tristeza y recuerdos.
El resto del elenco acompaña bien todas las situaciones de convivencia de una familia tipo y montan casi hasta coreográficamente el amor del día a día envolviendo al personaje de Morán.
La fotografía complementa esos claroscuros de los personajes y las texturas de los sentimientos a través de los contactos con la casa de su hermana y sus pertenencias. Planos colmados de naturaleza y escenas con simbolismos que corresponden a las visiones del personaje principal.
Un film de María Alché, que toma para su carrera como directora algo de la grandísima Lucrecia Martel. Una película para descubrir a esta nueva directora.