Con aire del nuevo cine argentino, que desde hace varios años dejó marcada su impronta de la mano de grandes directores y directoras, “Familia Sumergida” continúa con esta tradición estética. El film centra su argumento en la emocionalidad de Marcela (Mercedes Morán). Al moriri su hermana Rina, ella se hará cargo de sus bienes. A partir de este hecho Marcela se sumerge en un viaje completamente sentimental, donde su mundo cotidiano se vuelve extraño y por momentos distante. La única inmersa es ella. Encontrará ciertos facilitadores dentro y fuera de su circulo familiar pero igualmente la soledad interna de esa travesía mental no está presente en el resto de la familia, solo en Marcela. Un relato cálido, lleno de elementos oníricos, que gracias a la bella fotografía y música invitan al espectador a este viaje. Cuando parece que nada sucede en la película, allí está Morán para salvar los momentos en los que el relato hace agua y se queda en una meseta. Una actuación casi a cara lavada, donde todo ese mundo interno mencionado anteriormente se ve reflejado en la mirada. La expresión justa para cada acto cotidiano plagado de tristeza y recuerdos. El resto del elenco acompaña bien todas las situaciones de convivencia de una familia tipo y montan casi hasta coreográficamente el amor del día a día envolviendo al personaje de Morán. La fotografía complementa esos claroscuros de los personajes y las texturas de los sentimientos a través de los contactos con la casa de su hermana y sus pertenencias. Planos colmados de naturaleza y escenas con simbolismos que corresponden a las visiones del personaje principal. Un film de María Alché, que toma para su carrera como directora algo de la grandísima Lucrecia Martel. Una película para descubrir a esta nueva directora.
La película escrita y dirigida por Gonzalo Tobal con Lali Espósito, Leonardo Sbaraglia, Daniel Fanego e Inés Estévez es un thriler con tintes de drama que conduce al espectador a la duda y la especulación. Lali interpreta a una jóven incriminada en el homicidio de su mejor amiga. El hecho ocurre en una fiesta, semanas después de que la víctima hubiera divulgado un video casero en dónde se ve a la “acusada” en un acto sexual. El eje central de la película ronda en torno a eso, con flashbacks al momento del hecho que se va develando a medida que avanza el relato. En paralelo se propone otra linea argumental que hace referencia constante a la influencia de los miedos de comunicación en la “opinión” pública y hasta en la justicia. El director pudo utilizar el film no solo para entretener dos horas al público, sino también para subrayar más profundamente el rol real de los medios que suelen ser los que deciden, en la mayoría de los casos, el futuro de los acusados, inocentes o no. Por otra parte evita inteligentemente explotar la figura de Espósito como símbolo de deseo heteronormativo y se aboca a llevar a la actríz hacia el lugar de un personaje casi sin explosiones de carácter y por momentos inexpresiva. Un desafio para Lali que viniendo del mundo de la música pop no logra la credibilidad del espectador. El resto de les protagonistas nivelan el film. En especial Fanego, que ya nos viene acostumbrando a sus interpretaciones deslumbrantes e Inés Estévez que aporta el dramatismo realista que el film necesita. El resto de la historia va y viene entre los recuerdos, lo que se nos muestra como la verdad, las casonas enormes donde resguardarse y la moralidad de los noticieros. Como siempre en estos casos nunca se explica como se paga todo un grupo de abogados y asesores, lo cual deja lugar a una pregunta: ¿cómo podría defenderse una familia que no tiene esa situación económica? Claro está que sería otra película, pero entonces ¿Qué es lo que nos hace consumir un relato inverosímil que denuncia con tibieza a los medios y que no tienen ningún reparo a la hora de incriminar, señalar y posicionar como buenos a los que responden a sus intereses y como malos a los que no? Un film que más allá de entretener no deja mucho más.
Si hay algo que tiene el cine de Luis Ortega es ternura y poesía. El Ángel es eso. Desborda arte. El film comienza con la voz en off de Lorenzo Ferro relatando una pequeña porción de su visión de la vida. No solo la relata, la describe actuando a lo largo de todo el metraje. Salta una reja de un antiguo caserón y entra. Impunemente, casi inocente, como si su mirada fuese la de alguien que recién descubre el mundo y no la de un bandido completamente malicioso. No es este un film sobre la maldad. Ortega trata a su personaje con amor, no lo juzga, hasta logra que se empatice con él. No es que levante bandera a favor de un asesino, creo, nos está hablando es de otra cosa. Y eso es lo que hay que comprender; una ficción que toma un caso real como punto de partida, y luego ese monstruo es una creación completamente artística. Ya lo hemos visto en filmes anteriores del director, la inocencia de personajes atravesados por la marginalidad de sus pensamientos que viven con una libertad que no es compatible con la sociedad que los rodea. Vemos al ángel caminar por las calles libremente, se divierte y disfruta, pero no por robar dinero o matar, lo que disfruta es la propia vida, lleno de vitalidad. Camina ardiendo de vida. Así conoce a Ramón (Chino Darín), quien lo sumerge en una dinámica familiar totalmente distinta a la suya. Con las caracterizaciones a cargo de Daniel Fanego y Mercedes Morán. Aquí se inicia Carlitos con las armas y los robos organizados. En el medio de las hazañas ve a su compañero desde otro lugar, más de un lado de amor e idealización. El relato continúa, (como empezó) con una música inmejorable (recuerda al uso de las canciones en las películas de Tarantino, el espectador sale de la sala del cine queriendo el disco con la banda sonora completa del film) hasta que los hechos son irreversibles. Ya no más hogar con comida de madre, ya no más caminatas sin más límite que el de la propia imaginación y ya no más bailar como en un juego de niño lleno entusiasmo con la música alta. Esa será su última danza. Una puesta en escena afiladísima con la época. El diseño de arte, junto con el vestuario son clave para la descripción de esos años, la producción del film es impecable. Sin esos recursos no creo posible un acercamiento creíble a la época. Deslumbra Julián Apezteguia con la dirección de fotografía, que es perfecta. Le da al relato lo justo en cada escena y climas. Con su debut en la pantalla grande, Toto Ferro logra destacarse y transmitir todas las características del Robledo Puch de Ortega. Poético, rebelde, atrevido y hasta sutil y emocional. Lo acompaña un elenco extraordinario que sobresalen uno a uno con cada personaje. Si bien nadie se queda atrás el trabajo de Fanego y Morán es admirable, al igual que, en los polos opuestos de la ficción y con menos apariciones, el de Cecilia Roth y Luis Gnecco. Con algunos detalles de personajes ”extraños” , típicos de Luis, termina de dar su firma de autor. El Ángel, llena de emociones disruptivas que dejan un espectador un tanto descolocado, se estrenará este 9 de Agosto en los cines de todo el país.
Perdida es una co-producción argentino española, que llegó a las salas el jueves 19 de mayo. Dirigida por Alejandro Montiel con el protagonico estelar de Luisana Lopilato. Una jóven policía obsesionada por rescatar a las victimas de trata, ve al pasado volver. Reabre el caso de su amiga desaparecida en la adolescencia. Investiga y llega a lugares inesperados. La película es entretenida, mantiene espectante al público y a alguno que otro espectador podría llegar a conmoverse. Sin embargo el film no convence. Esta plagado de flashbacks, que son el medio por el que cuentan la historia central, ocurrida en el pasado y resuelta en el presente. Los plantados que irrumpen unas cuantas escenas, apenas funcionan con elocuencia. El resto son demasiado impuestos, irreales y superficiales. Deja entrever los hilos del titiritero, hace alejarnos de esa verdad ficcional. Sobre todo con la interpretación protagonica. Lopilato, pone el cuerpo y lo hace correctamemte. Maneja el caminar de esta policía con total naturalidad, pero solo queda en esa facultad física. Luego la interpretación vocal es lo más alejado del personaje que interpreta. No da en la nota en ningún momento. Pareciera que solo la eligieron para el papel por la convocatoria que tiene y no por su buen desempeño. No así el caso de la novata Orellana Sabatini, que sorprendió con su pequeño papel. Le queda justo y se desenvuelve con precisión. Al igual que el genial Rafael Spregelburd, que si bien siempre mantiene su misma tonalidad en cualquiera de sus papeles, se luce con su interpretación. Lo que no queda para nada claro es por qué se llama Perdida. ¿Por que llamar perdida a alguien secuestrada? Tópico central, que aunque develaría cosas de antemano, es imposible no cuestionarlo. Como si una joven que se pierde en un bosque patagonico y no aparece nunca más, fuese exactamente igual a una joven mujer a la cual privan ilegitimamente de su libertad. Como si el poder que ejercen unos pocos, poderosos, adinerados y hombres sobre el cuerpo (que pareciera ser solo eso) de una niña pre-adolescente, sea exactamente igual a que ingenuamente una niña caminando sola por el bosque se perdió. Tema para repensar como domestican el lenguaje cotidiano este tipo de falsas películas de denuncia y comerciales.
Extraordinario una película de Stephen Chbosky, basada en un libro de R.J. Palacio del 2012. Se estrena este 30 de noviembre en la cartelera argentina. Una dirección que permite hacer lucir a todo el elenco. Desde las grandes figuras, como la de Julia Roberts, que se destaca por si sola, o la de Owen Wilson. Figuras ya reconocidas que le dan una marca personal y acompañan el sello del director. Quien a pesar de contar con actores tan reconocidos, no deja de lado a los demás intérpretes. La mayoría de ellos niños pequeños y con muy buen desempeño. La actuación menos lograda es la del niño principal, sin embargo el resto del elenco no deja caer al film en esa irregularidad. De hecho es así como se reparte en la trama y lo más atractivo de la película, no todo es la penuria del niño Auggie. Es de lo más fresco que tiene el relato ya tantas veces visto. Auggie es un niño que al nacer, con varios problemas debido al cruce genético de sus padres, sufre una serie de operaciones. Todo ello le genera un rostro “anormal” o ” deformado” para los canones estéticos de “belleza” y “normalidad” que se espera que una persona tenga en occidente. Por este suceso el chico estudia en su casa y usa un casco de astronauta para salir a la calle. Su vida se modifica cuando tiene que enfrentar su escolaridad. Aquí vendrán los problemas de discriminación y los hechos cotidianos de la disciplina y adoctrinamiento escolar. Justo allí es dónde el director acierta y no solo centra la película en lo que sufre Auggie, sino también en lo que sufre cualquier niño/a o adolescente yendo al colegio, o simplemente lo que sufre una persona en la vida misma. Cómo cada quien tiene sus problemas, en menor o mayor medida, y todos tenemos nuestra propia lucha. Lo que no termina de quedar claro con el casting de actores es la elección de Jaccob Tremblay como Auggie, cuando él no tiene el rostro con esas características. Más allá que, obviamente muchas veces no se necesite ser de determinada manera para hacer un papel, sin embargo creo que justamente ya que se va a tratar estos de temas se puede generar trabajo a esos niños que no “encajan” con los canones hegemónicos. No intento con esto realizar un juicio de valor, solo llamar a la reflexión y repensar entre todos qué esperamos del arte en estos tiempos.
Marcelo Mangone director de La Demolición, dirige Delicia. Protagonizada por Beatríz Spelzini y Hugo Arana. Felisa (Beatríz Spelzini) llega al pueblo para suplantar a una enfermera. En el hospital, su director, le consigue lugar donde quedarse, la casa de Amado (Hugo Arana). Él, que ya es una leyenda en el pueblo por su ceguera, tiene dos casas, una en la que habita y otra al lado. De requisito para quedarse en ella le pide que lo ayude con las cosas de la casa. Paralelamente el nieto de Amado, está internado en el mismo hospital. La trama se desarrolla en esa relación distante que se va acortando de a poco, entre Amado y Felisa. Sin embargo el conflicto no está bien planteado, o por lo menos no fundamenta el mal entendido final. La fotografía está casi todo el film subexpuesta, mayormente en las escenas de interiores. Por otro lado para la resolución de los cortes de escena utiliza en demasía el recurso del fundido a negro. Que aunque quizás se lo pueda relacionar con la ceguera de la trama, lo termina agotando. Las actuaciones protagonistas dan en el blanco, en especial la de Arana. El resto del elenco acompaña, pero se empequeñece con las actuaciones, como si se vieran los hilos de los títeres y les faltara naturalidad. Un film, que no termina de cerrar, con una historia dulce, que debería conquistar al público. Pero que se queda corta. Así mismo, ojalá los espectadores puedan llegar a verla, ya que las pequeñas y medianas producciones del cine nacional o las producciones más independientes a nivel internacional, (que no vienen de los EE.UU.) lamentablemente no duran más de dos semanas en cartelera.
Beata Ignoranza es un film del comediante Massimiliano Bruno. La comedia sucede entre los profesores del secundario Filippo y Ernesto. Filippo es un profesor de lo más serio y severo, intelectual y antiguo. Ernesto al contrario, de lo más desfachatado y atrevido, pasional e ignorante. Entre estos dos personajes de desarrolla la historia de una familia fuera de lo habitual. Tras un inconveniente entre ellos que es expuesto por la tecnología celular, la hija de ambos decide realizar un documental. Basándolo en la relaciones modernas de Internet en dónde prevalece la tecnología y no lo humano. Filippo (Marco Gilliani) y Ernesto (Alessandro Gassman) se descubren padres de la misma hija. Uno la crió y el otro le dio la genética. En esta relación, que se podría decir atípica para las relaciones establecidas como convencionales, se evidencian los distintos tipos de amor por una hija y hasta una misma mujer. Con tomas clásicas y estereotipos de galanes y de ‘hippes fumones’, el film relata la historia de amores discontinuos atravesados por la tecnología. Dejando una refelxión sobre la humanidad y la “comunicación” que suponen esas “charlas tecnológicas”. Un film con algunas reflexiones sobre la actualidad, pero que en el tono de comedia -que podría ser devastadora- no profundiza y se queda en pequeñeces que buscan la risa sin sentido. Muestra una Italia distinta, no turística, dónde no se muestra la torre de pisa y el coliseo. Una Italia cotidiana, en donde el transcurso de los días, si bien pasa por los celulares, no pasa por la capital y los lugares trillados. Un film que recorre las relaciones atípicas, desde amorosas hasta comunicacionales, para reflexionar sobre algunas y divertirse sólo el rato en que las imágenes nos distraen.
Madraza, con guión y dirección de de Hernan Aguilar, fotografía a cargo de Marcelo Lavintman y música de Guillermo Guareschi. Tal vez no todos sean aciertos dentro de este relato, sin embargo, sorprende y propone historias nuevas dentro de un cine nacional tan repetitivo. Primera apuesta que gana: la protagonista de este “gangster folklorico” (si se me permite el invento) es una mujer. Una mujer es la que empuña el arma, y una mujer es la que se encarga de asesinar a unos cuantos. Loren Acuña es la madraza de una joven (Sofia Gala) del comedor del barrio. Una serie de hechos y necesidades la llevan a ser una asesina a sueldo. A través de un montaje, por momentos no habitual, y escenas sangrientas, pero estéticas, nos muestran la transformación de esta madraza. Que a su vez toma otro color en cuanto se relaciona con un detective (Gustavo Garzón). En general las actuaciones son regulares. La protagónica no se ve sólida. Parece no muy trabajada en algunas escenas. Gustavo Garzón se luce en un personaje seguro, sin grandes riesgos. Y una hermosa Chunchuna Villafañe que le calza a medida el personaje. Con algunos pequeños pasajes que parecieran feministas, la película camina sobre una linea muy delgada que puede llegar a confundir. Para reverlo. Muy buena música. Una mezcla rara de folklore, un charango y algún bombo de fondo con sonidos modernos que acompañan la locura del montaje, las balas y los golpes. Un film distinto para entretenerse y ver algunas escenas de la cotidianidad de Buenos Aires. Propone, arriesga y no se queda con más de lo mismo.
Divertida, llena de colores y mundos novedosos, Los Pitufos 3 encuentra a Pitufina, (que había sido creada para revelarle a Gargamel el paradero de los demás pitufos), llevando a cabo su voluntad pero eligiendo cambiar su destino. Es por eso que sale de su aldea, para alertar lo que planea hacer el malvado Gargamel a otros/as pitufos/as. Ahí descubre, junto a sus compañeros azules, que deciden acompañarla en su travesía, el universo de vida maravillosa que hay fuera: plantas que se mueven rápidamente, conejos que se iluminan en la oscuridad y hacen de caballos para los pitufos y ríos que parecen caudales de agua flotando en el aire. Así descubren, además de este nuevo mundo (al igual que lo descubre Eep en “Los croods, una aventura prehistórica”) que hay más pitufas como ella que viven en una aldea “perdida”. Una aldea entera solo de pitufas, que se mantienen resguardadas las unas a las otras en ese universo femenino. Con buena animación y diseños, y un ritmo que hace llevadera la trama, sin embargo la banda sonora falla con las canciones que escoge. Un film para los más pequeños en 3D de dónde podría desprenderse la idea de salir a lo externo, y perder el miedo a lo distinto, (que no siempre es tan distinto), hacer siempre el bien y estar unidos y organizados. Pudiendo profundizar en los temas anteriores, que solo los roza, se queda en los estereotipos. Un enemigo maléfico y los buenos, que aunque le sucedan cosas malas, siempre terminan bien.
Salgo de la proyección de Life. Vida inteligente y me llevo una sensación pesada, me voy con impotencia. La película está bien filmada, con buenas actuaciones, luces y cámaras correctas. La trama se desarrolla al igual que todo lo demás, “bien” (según los cánones estéticos ya establecidos por ellos mismos, la gran industria). Sin embargo hay algo que está fuera de lugar. Hay algo que más que fuera de lugar, está mal. Y son los mensajes que quedan flotando después de la hora cuarenta de film… Luego de viajar al espacio exterior los tripulantes, representantes de unos pocos países, toman una muestra que prueba la vida en Marte. Entre charlas familiares en el espacio y show mediático en la tierra, Jake Gyllenhaal, embajador estadounidense, como su bandera en el brazo del traje espacial lo indica, recita porqué le gusta estar más allí arriba que en la tierra. Cuenta, con expresión desolada y cara de triste buen chico, cómo siendo enviado por el ejército estadounidense a Siria, construían un hospital en un pueblo y luego, omite quienes, bombardean y destruían todo el lugar. Más tarde siguiendo con esa linea, el mensaje general lo dejan latente con la misma impunidad que las primeras palabras explicitadas por Gyllenhaal. Cómo esos enviados de algunos países del primer mundo eran buenos y amistosos, el ser extranjero, el que viene de afuera, el que es distinto, el que no cumple con los cánones establecidos, el que es extraño es: malo. Un mal incontrolable al que se debe destruir. Una película más, que sin virtudes construye identidades y establece morales a su conveniencia por debajo de historias sin mayor trascendencia.