“Familia sumergida”, de María Alché
Por Gustavo Castagna
El debut como directora de María Alché (aquí la entrevista a la directora y a Mercedes Morán durante el Festival de San Sebastiánno podía ser más auspicioso, gratificante y original. Acercándose pero separándose de una zona referencial como la del cine de Lucrecia Martel, apropiándose de otros territorios más que ajenos a buena parte de nuestro cine (el fantástico como género, los climas y las escenas oníricas) e insertando matices arraigados a la seducción y el erotismo, pero nunca adscriptos a una concepción realista sobre el tema, bajo esos códigos e invocaciones, Familia sumergida es (casi) una película notable y digna de ver más de una vez.
Dos espacios, dos casas, una ausencia física provocada por una muerte (la hermana de la protagonista), un ambiente vacío y lleno de recuerdos, un arqueo de vida que hay que hacer, sí o sí. En contraste, Marcela vive con su familia, esposo y tres hijos, con sus problemas afectivos y de relación con el otro, con el anuncio de otra ausencia (temporal) debido a un viaje.
En ese tránsito entre el dolor en clave soterrada y austera y el acceso a una zona misteriosa en su vida, Marcela conocerá otras sensaciones, cercanas algunas (la presencia de alguien más joven, un amigo de una de sus hijas), pero también, la cercanía hacia un mundo intangible, el de los recuerdos, el de los fantasmas familiares que pululan por esos espacios que ya conocieron y que ahora la protagonista es invitada a compartir desde la puesta en escena.
En ese giro dramático que conlleva a vivir una ausencia física y luego interconectarla con un espacio fantasmagórico, en ese riesgo siempre bienvenido que elige la realizadora, Familia sumergida encuentra su centro, su fusión definitiva, su marca estilística autoral y propia. Como si los personajes flotaran en espacios construidos desde las pesadillas más cercanas (es decir, las familiares), la narración fluctúa y navega en esos ejes discordantes a los que Alché maneja con mano maestra: el realismo invadido por lo sobrenatural, el juego de máscaras, el erotismo a flor de piel. Más de una escena remarcará estos conceptos: una de ellas, por ejemplo, transcurre en otro espacio, donde aparece en esos diez minutos una gran actriz como Claudia Cantero. La otra, solo para elegir dos, tiene relación con el baile final de la protagonista junto a otros personajes. Desde tópicos distintos, claro está, subyace más de una cercanía con el baile final mientras pasan los créditos de cierre de Island Empire de David Lynch.
Para conseguir esos climas oníricos la extraordinaria luz de Heléne Louvart adquiere un potente protagonismo. En tanto, el excelente reparto actoral, papeles secundarios o no, tiene a Mercedes Morán en el rol de la divagante e inasible Marcela.
Su labor interpretativa excede la misma excelencia.
FAMILIA SUMERGIDA
Familia sumergida. Argentina/Brasil/Alemania/Noruega, 2018. Dirección y guión: Maria Alche. Intérpretes:Mercedes Morán, Esteban Bigliardi, Marcelo Subiotto, Ia Arteta, Laila Maltz
Federico Sack. Producción: Bárbara Francisco. Coproductores: Tatiana Leite, Christoph Friedel, Turid Overseveen. Fotografía y Cámara: Heléne Louvart. Música: Luciano Azzigotti. Montaje: Livia Serpa. Diseño de sonido: Julia Huberman. Dirección de arte: Mariela Rípodas. Diseño de vestuario: Mercedes Arturo. Duración: 92 minutos.