Todo en su cabeza
Protagonista de La niña santa (2004), segundo opus de Lucrecia Martel, directora de los cortos Gulliver (2015) y Noelia (2012), María Alché se sumerge por completo en el mundo del largometraje estrenando su ópera prima como realizadora Familia sumergida (2018), película presentada en la competencia Cineasti del Presente del Festival de Locarno y reciente ganadora de Horizontes Latinos en el 66 Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
Con una soberbia actuación de Mercedes Morán, su compañera de elenco en La niña santa, Familia sumergida se centra en Marcela, una mujer de 60 años que enfrenta un duelo por la muerte de su hermana durante un sofocante verano porteño. Tan sofocante y claustrofóbico como el departamento que habita junto a sus tres hijos adolescentes y el marido de siempre (Marcelo Subiotto). La ausencia de éste por motivos laborales y la invisibilidad a la que es sometida por el terceto de jóvenes, que entran y salen de la casa como si la madre fuera un fantasma, hacen de Marcela y su duelo un laberinto sin escape.
Alché trabaja la perdida y el dolor con una puesta en escena que deambula entre la realidad y el surrealismo. Ya en sus cortos uno podía advertir que sus búsquedas estéticas y narrativas no eran para nada convencionales y en Familia sumergida lo reafirma. La trama está plagada de situaciones oníricas, derivaciones fantásticas, un humor absurdo a lo Martín Rejtman, mucho de la poética de Lucrecia Martel y ese universo lyncheano en donde los sueños son soñados de manera consecutiva.
Marcela pierde todo sentido tras la muerte de su hermana y comienza a transitar por un mundo paralelo, cargado de simbolismos, que la hará atravesar una realidad muy diferente a la rutinaria vida en la que se encuentra. Alché pone en escena una especie de purgatorio mental donde nada es lo que parece ser y todo está teñido de ambigüedades y subjetividades.
Familia sumergida es una película perceptiva, de atmósferas, rupturista, un de tour de forcé por la mente de una mujer que ha perdido toda noción de la realidad terrenal, habitante de un universo paralelo que la conecta con aquellos familiares que ya no están en su mismo plano. Para destacar la precisa dirección de fotografía de Hélène Louvart, tan expresiva como la subyugante actuación de Mercedes Morán sobre la que reacae todo el peso de la historia.