Un departamento algo abigarrado, el hijo adolescente con pocas luces, las hijas con sus reclamos, el marido que debe viajar por algún negocio, la madre de familia atiende todo esto algo distraída en otra cosa. Debe vaciar el departamento de la hermana que murió hace poco, y los recuerdos están ahí latentes. A veces el hogar es invadido por unas tías que ya no están y otros parientes de cuando la familia era más grande.
Hay gente envuelta en las cortinas como bichos canasto. La mujer acepta todo eso como algo natural, apenas con la expresión típica de un ama de casa que recibe visitas a deshora. Algo mejor, cuando aparece un fulano que tampoco debería estar, pero no por razones sobrenaturales sino por razones pedestres y medio estúpidas. Al menos ese tipo, más joven que ella, va a distraerla un poco.
El que no se distrae demasiado es el espectador ansioso, o el que espera un poquito de nostalgia y emoción. En el balance pueden aceptarse unos recursos algo forzados y otras cositas, y apreciarse en cambio algunos momentos dignos de registro, como ese donde la madre se pone a llorar y nadie sabe si es por la hermana o por el hijo tan bruto, pero el pibe se compadece y le pide perdón, todo avergonzado.
Autora debutante, María Alche, ya conocida como actriz y directora de casting. Protagonista, Mercedes Moran, con esa capacidad suya para hacernos creíble todo lo que hace y lo que le pasa. Fotografía, Hélene Louvart. En el cierre, el vals peruano "Todo y nada", de las primas Quinteras, lindo, aunque con una letra ajena al espíritu de la obra.