Choque entre dos mundos
Este nuevo largometraje de la Fundación Universidad del Cine (FUC) se arriesga con un guión que mixtura el realismo de una historia juvenil contemporánea con el género fantástico, a partir del encuentro entre Tomás (Estanislao Silveyra), un muchacho de la Buenos Aires actual, y el fantasma de Canaveri (Iván Espeche), un malevo acuchillado a traición en una noche de 1920.
La apuesta es riesgosa, además, porque esta opera prima del guionista y director Guillermo Grillo propone una combinación de tonos y climas entre el drama propio de la trágica historia del pasado, el minimalismo de las desventuras adolescentes de Tomás (enamorado de la hermana de su mejor amigo) y las búsquedas humorísticas del choque entre las personalidades, las costumbres, las actitudes y hasta las formas de hablar de ambos protagonistas: mientras Canaveri es el típico guapo, taita, duro y encarador; Tomás es un chico inseguro, tímido y algo cobarde.
Hay algunos pasajes inspirados (cuando Grillo se centra en la intimidad y en las interacciones de sus criaturas) y otros en los que irrumpe la obviedad, el paralelismo más bien obvio y hasta el trazo grueso (una escena con un travesti en un albergue transitorio u otra en la que aparecen un parapsicólogo y una médium).
Lo mejor de la película tiene que ver con su sólido acabado técnico (en especial, el muy cuidado sonido) y con las buenas actuaciones de los dos protagonistas y de varios de los intérpretes secundarios. Sin embargo, a nivel general, la mezcla no termina de cuajar y, así, muchas situaciones y búsquedas artísticas lucen forzadas, artificiales.
Más allá de los apuntados hallazgos, Fantasma de Buenos Aires se ubica en las antípodas de las propuestas que varios directores surgidos de la FUC (como Mariano Llinás, Matías Piñeiro o Alejo Moguillansky) siguen concretando incluso con el apoyo de la escuela de cine más prolífica e influyente del país.