El cine nacional es jodido, es una industria plagada de óperas primas, con realizadores que venden hasta su casa para poder filmar su primera película y terminan pasando sin pena ni gloria por las salas, desapareciendo del medio y pagando el crédito que sacaron para la realización durante toda su vida. Con suerte algunas ganan algún lauro en un festival desconocido de Europa. El problema radica en que la mayoría de los directores que debutan en la pantalla grande quieren imprimir su sello o dejar una especie de marca personal, realizando un cine que pretende ser de autor, pero su película no es más que una copia barata de estilos y estéticas de alguna industria extranjera, quitándole cualquier pizca de identidad que pueda tener el film, convirtiéndolo en algo insulso y vacío.
Por suerte, Fantasma de Buenos Aires no cae en esa categoría. El director Guillermo Grillo, propone una película distinta con una muy buena idea de fondo, se apega a un lenguaje cinematográfico simple, clásico, con muchas cositas de manual que le aseguran un buen resultado, para salir airoso de su primer paso en la pantalla grande.
La historia está buena, es fresca y novedosa. Un grupo de jóvenes, aburridos un sábado a la noche, invocan al espíritu de un tanguero en el juego de la copa. Luego de romperse la misma, el fantasma de un tal Canaveri (Iván Espeche) queda en la casa. Paralelamente se van contando las dos historias, la que ocurre en la actualidad y la que nos muestra como murió Canaveri. Así nos enteramos que éste, en su época, fue un tipo duro, de esos que ante cualquier mirada fea sacaban un cuchillo y arreglaban las cosas a puntazos. El temido malevo, hará un trato con Tomás (Estanislao Silveyra), uno de los chicos, el cual le prestará su cuerpo al tanguero, para que éste arregle unos asuntos pendientes.
La película arranca lenta y las primeras impresiones que dejan los actores son flojísimas, así que inmediatamente el miedo de haber derrochado la plata de la entrada se instala en el espectador. Con el correr de los minutos, las tensiones aflojan y el producto empieza a levantar. Se plantea la situación, se presenta a los personajes, las interpretaciones mejoran y la película, con un buen viento de cola, avanza. Se destacan las actuaciones de Iván Espeche y Juan Diego West, el cual interpreta a uno de los amigos de Tomás, que tiene buenos momentos y arranca varias sonrisas.
Por momentos se nota, en ciertas líneas del guión, que se quiso dejar una especie de mensaje moralista sobre el maltrato femenino y la desigualdad social, que no queda bien parado y están de más en el film.
No hay mucho más para decir. Fantasma de Buenos Aires es una película simple, linda y redondita. Un guión interesante, clásico desde la estructura, con sus tres actos bien marcados, que funciona a la perfección y termina de manera emotiva. Se le reconoce al realizador la búsqueda y las ganas de contar algo distinto y de buena forma. Definitivamente la película está bien y cumple con su deber.