Un virus mortal amenaza la vida de los vecinos de un edificio porteño que harán lo imposible para sobrevivir y convivir
Coco y Pipi forman un moderno y juvenil matrimonio que acaba de mudarse a un elegante departamento. Ella está embarazada y es feliz frente a este acontecimiento, en tanto que él, algo gruñón, trata por todos los medios de ayudar en ese hogar que presagia un alegre futuro. Sin embargo, un aciago día varios individuos ataviados con ropas aislantes les comunican a los sorprendidos vecinos del edificio que éste deberá ser puesto en cuarentena por la aparición de un virus mortal. Rápidamente el aislamiento trae aparejados problemas básicos, como la escasez de víveres y el enfrentamiento de los habitantes de ese lugar, que se convierten en inesperados enemigos, tejiendo alianzas y urdiendo conspiraciones.
Frente a estas circunstancias, Coco se ve obligado a realizar una alianza con Horacio, su más próximo vecino, paranoico e inestable, que se dedicará a estar bien pertrechado para defender el contenido de su heladera. Pipi, mientras tanto, observa atónita cómo su marido se transforma en alguien casi salvaje en su afán por enfrentarse con los demás habitantes del edificio, entre los que se halla Zanutto, un hombre mayor que procura, blandiendo una mortal escopeta, solucionar ese encierro que lo ahoga. Así, entre la violencia y la persuasión, Coco y Horacio comenzarán una tarea casi imposible: lograr que la paz vuelva a reinar en esos departamentos cuyos habitantes se ven cada vez más aterrorizados ante el forzado encierro. El novel director Nicolás Goldbart pretendió con su guión armar un puzzle en el que el suspenso, la violencia y algunas situaciones humorísticas ofrecieran la oportunidad de que la cinematografía nacional se interne en el género de la ciencia ficción, pero su intento quedó a mitad de camino, ya que la historia se prolonga demasiado en esas escenas en que Coco y Horacio buscan cómo defender a sus vecinos y cómo salir indemnes de su casi alocada aventura.
Teniendo como único escenario ese edificio cercado por la cuarentena, sus habitantes comenzarán a caer bajo las certeras balas de la escopeta de Zanutto, y así la trama se convertirá en una especie de comedia bizarra con intenciones de lograr el interés de los espectadores. Daniel Hendler sale airoso de un papel con bastantes visos de incredulidad, en tanto que Jazmín Stuart, como la esposa, y Federico Luppi, en la piel de ese individuo dispuesto a no dejar títere con cabeza, más la caricaturesca intervención de Yayo, el amigo y cómplice de Coco, componen la plana mayor del elenco. Con mejores buenas intenciones que logros, el realizador procuró construir un entramado en el que el suspenso y la violencia estuviesen presentes en medio de un juego casi perverso, pero el resultado no pudo lograr esos propósitos y así el film recorre con cierta monotonía el camino de esos alocados personajes. Una buena fotografía y una música de adecuado ritmo apoyan esta aventura que pedía, sin duda, algo más de imaginación.