Verdadera sorpresa nacional, Fase 7 propone una sólida y muy bien actuada pieza de humor bizarro que se introduce en un subgénero muy presente en el cine de los últimos años, el apocalíptico, con el fin de la raza humana y el planeta devastado a cuestas. En el caso de esta ópera prima escrita y dirigida por Nicolás Goldbart, ubica esta temática en un edificio parapetado ante la aparición de un virus mortal que está extinguiendo rápidamente a la población. El aislamiento, la escasez de víveres y la lucha por la subsistencia generarán imprevisibles comportamientos en vecinos que dejarán de serlo para convertirse en seres paranoicos, conspirativos, hostiles y criminales.
La reciente Los santos sucios registraba a un grupo de sobrevivientes a campo abierto, contrapuesto a este Fase 7 casi totalmente claustrofóbico; y aunque hubiera sido interesante un poco más de aire en su metraje, el resultado es mucho más logrado y potente. Los diálogos y situaciones alcanzan momentos atrapantes y a la vez desopilantes, con picos interpretativos notables en Daniel Hendler -lleno de matices-, un formidable Yayo y un Federico Luppi antológico, aprovechado al máximo. Más allá de algunas falencias en el desenlace, se trata de una verdadera y disfrutable pieza de género para nuestro cine, de esas que no abundan.