El cine popular no existe.
Todos los comentarios previos al estreno de Fase 7 anunciaban la llegada de una película argentina de género. Cine popular. ¡Por fin! Lo que la gente quiere ver. Sin embargo, la película comienza con una maravillosa escena heredera del corazón del Nuevo Cine Argentino y protagonizada por su actor fetiche, Daniel Hendler. Lo primero que vemos es una pareja enroscada en una discusión absurda, ligera y muy divertida, mientras empujan el changuito en el supermercado. Bien podría ser alguna de las parejas de Sábado de Juan Villegas, construyendo otra espléndida sucesión de gags diez años más tarde. Sus discusiones triviales sobre las compras, sin prestar atención a la gente que pasa corriendo de manera extravagante entre las góndolas, poseen el tono característico de comedia con sordina del Nuevo Cine Argentino. Este registro prevalece como núcleo de una primera media hora extraordinaria, que lamentablemente se diluye a medida que se hacen presentes la acción, el suspenso y la ciencia ficción.
Los protagonistas regresan a su departamento cargando las bolsas con las compras y siguen absortos en sus deliciosas discusiones. La trama de ciencia ficción comienza cuando encienden el televisor, demostrando de manera oblicua que el género es ajeno a la película. El componente fantástico tiene un punto de partida realista, local y específico que remite a aquel invento mediático de la gripe A, el gran negocio farmacéutico apuntalado por los medios de comunicación que generó una paranoia colectiva y devino en una epidemia de ignorancia, miedo y desconfianza. Y eso es precisamente lo que ocurre en el edificio en cuarentena, en el que transcurre casi toda la película, habitado por dieciséis personas y una doméstica, según le informa un vecino al equipo de emergencias. Esta frase es el mejor ejemplo del humor ácido de la primera parte de la película, que luego se hará difuso y quedará relegado a las escenas que se suceden dentro del departamento.
El género es como el virus: a medida que avanza, la película se debilita. Fase 7 tiene un comienzo brillante que se agota cuando el humor absurdo queda eclipsado por el confuso devenir heroico del protagonista, el subrayado musical y las escenas de acción demasiado estiradas. Sobre el final, la película sólo se sostiene con la sorprendente actuación de Hendler, que cambia de tono de manera abrupta y convincente entre las discusiones de alcoba y la guerra que se desata puertas afuera. Decía al comienzo que algunos presentaban a Fase 7 como una convocante película de género. Luego de haberla visto y disfrutado con sus altibajos, vislumbro que la película se estrena con una cantidad de copias excesiva, que guarda relación con la idea errónea de que hay un gran público consumidor de cine popular. El cine popular como se lo entendía en la época de gloria de los estudios dejó de existir con la muerte del cine clásico. A pesar de toda la promoción que le puedan hacer, Fase 7 no deja de ser una película de festival.