Antes de caer en la tentación de cambiar el título del film por uno más familiar y obvio como, por ejemplo, Walter versus La Pandemia, debemos aceptar que aquél entrañable dormilón telefónico que parió Daniel Hendler está presente aquí sólo de a ratos, pues en el resto del mambo podemos deleitarnos observándolo jugar frente al espejo, bajándole un par de cambios a Jazmín Stuart (embarazadísima), jugando con armas de fuego y afeitándose como un verdadero redneck.
La trama nos dice que el crecimiento sustentable ya pasó a ser una fábula ó un chiste agresivo, y el planeta entero se encuentra bajo un colapso virósico aparentemente perpetrado por las grandes potencias, aquéllas que básicamente han decidido que ya somos muchos y queda poco morfi y medicamentos. Entonces, armas químicas para casi todos y a otra cosa (*)
Esto no parece perturbar el microcosmos de Coco y Pipi, que cargan el changuito en Carrefour y pagan con débito para obtener descuentos considerables mientras fantasean y se boicotean el sueño de hipponear en las sierras de córdoba y acomodan las latas de tomate en su espacioso semipiso.
(*) Un vecino de Coco y Pipi (interpretado por Yayo Guridi, bien por él) es quien aparenta tener la posta respecto a lo que está pasando afuera (calles vacías, algunos muertos y el edificio entero en cuarentena) y es él quien sostiene la hipótesis del ataque químico generalizado para reducir drásticamente la población mundial.
Pero el edificio (ahora sellado y aislado del afuera) cuenta con una pequeña comunidad que traerá más de una complicación al hermético transcurrir de Coco, Pipi y (si se quiere) Yayo. Porque hay dos vecinos facsistas que hacen simbiosis entre sí y quieren cohetear al más veterano de los inquilinos (¡Federico Luppi con anteojos Poncharello!) porque tiene una pequeña y sospechosa tosecita.
Fase 7 contiene (además de una trama entretenida y un puñado de gags dignos de aplauso) la posibilidad de observar a Hendler en un registro un poco más exacerbado de su paranoico usual, además de deleitarnos gratamente con el rol secundario del ya mencionado Yayo (bienvenidas sus salidas fáciles y su grosería, sí), y de un alucinante showdown a oscuras entre Luppi, Hendler y Yayo en el garage del inmueble.
Y la mención (es opinión) casi constante a un Eternauta que ya está pidiendo a gritos su versión cinematográfica de una buena vez.