Sobreviviendo al Apocalipsis argento
Alguien podrá rezongar contra Fase 7 porque el filme de Nicolás Goldbart no rehuye de esos Grandes Éxitos que son la sal del género y que en ocasiones, de tanto repetirse, agotan la paciencia a más de uno. La gran diferencia –y el gran hallazgo- es que la historia exuda idiosincrasia nacional por todos sus poros. Esa argentinidad, cuando está explotada con inteligencia e ingenio como en este caso, puede ser impagable si evaluamos lo anómalo del contexto. Hay aquí un virus mortal que antes de liquidar al desventurado de turno lo convierte en un símil zombie (como en Portadores o La epidemia por citar algunos títulos recientes); también un edificio en cuarentena que genera su buena dosis de claustrofobia (como en Rec) y unas cuantas referencias tangenciales al cine de Alex de la Iglesia (en especial La comunidad). Y por sobre todo mucho humor para describir a estos vecinos porteños poco solidarios con los cuales es imposible no sentirse reflejado…
El germen de la idea argumental se le ocurrió al guionista y director debutante Nicolás Goldbart en el largo invierno del 2009. Para algún olvidadizo recordemos que fue el año de la Gripe A, verdadera usina de disparates varios que vistos hoy día provocan un poco de gracia y otro tanto de extrañeza. Porque en su momento nadie se reía cuando aparecieron los barbijos y los episodios de extrema paranoia a los que estuvimos expuestos durante esos extensos meses. Goldbart, un experimentado montajista que ha trabajado con Damián Szifrón en El fondo del mar y con Pablo Trapero en sus primeras obras, toma de inspiración a ese brote virósico para plantear la premisa de Fase 7, una comedia negra que coquetea exitosamente con el costumbrismo, con el thriller de tintes apocalípticos e inclusive con el western. La jugada era arriesgada pero de algún modo Goldbart y sus colaboradores han dado con el tono justo para narrar la historia de Coco (Daniel Hendler) y su mujer embarazada Pipi (Jazmín Stuart) a partir del encierro al que se ven sometidos por orden de las autoridades sanitarias. La relación con sus vecinos y cómo la misma va mutando a medida que transcurre el tiempo y los víveres se van terminando conforman una lúcida mirada sobre la sociedad actual. No en vano Fase 7 se llevó el Premio al Mejor Guión en el Festival de Sitges 2010.
La escena en el supermercado con la que abre la película parecía preanunciar uno de esos lavados productos televisivos con proliferación de chivos publicitarios. La presencia de TELEFE en la producción nunca es tranquilizadora en ese sentido. No obstante, siendo sinceros, hay que admitir que las publicidades están pero han sido astutamente justificadas desde lo narrativo. Luego de este comienzo la acción se desplaza al mentado edificio donde nos presentan a los personajes: el enigmático y paranoico Horacio (el cómico cordobés Yayo Guridi, en su salsa), el manipulador Guglierini (Carlos Bermejo), el poco perspicaz Lange (Abian Vainstein) y el sorprendente viejo Zanutto (toda una creación del formidable Federico Luppi). Estos pocos hombres más Coco y Pipi son prácticamente todos los que participan en una trama urdida al milímetro, siempre intensa y entretenida pese a lo minimalista del enfoque.
Fase 7 presenta los recursos de producción de lo que en Estados Unidos sería una película de Roger Corman (o sea, una modesta clase “B”). Sin embargo están tan diestramente administrados que si bien no le sobra nada dejan saciado al espectador más exigente. Una de las claves para que esto así sea tiene que ver con el equipo artístico reunido. Básicamente es la misma gente con la que se dio a conocer Damián Szifrón quien aún sin participar de manera directa proyecta su sombra en el proyecto. La fotografía de Lucio Bonelli, la fantástica música de Guillermo Guareschi y el montaje de Pablo Barbieri Carrera y el propio Goldbart son de alto vuelo y se convierten en puntales fundamentales para esta atípica muestra del cine argentino. La riqueza aquí no está cuantificada en elementos materiales sino en talento y capacidad. Y eso sí que es una buena noticia…
En Fase 7 coexiste una faceta cotidiana con otra más dramática que es la que hace avanzar la trama. La primera recae enteramente sobre la pareja Hendler - Stuart, que cumple aquí un desempeño maravilloso generando mucha empatía por sus personajes. El entendimiento absoluto de esta dupla ya vista en Los paranoicos proporciona algunas viñetas de humor sumamente divertidas en un principio a puro jolgorio. La otra faceta tiene su origen en la lucha por sobrevivir y está animada por Coco y Horacio, dúo dinámico que se las trae con sus trajes a lo "El Eternauta" (muy lindo homenaje a la clásica historieta de H.G. Oesterheld y Solano López) y un arsenal suministrado por el desquiciado del segundo. Haciendo equilibrio entre géneros y tonos muy distintos e inyectándole un sabor local ciertamente delicioso, Nicolás Goldbart entrega una pequeña gran obra que el fanático del cine pochoclero sabrá agradecer en las boleterías. Espero no fallar con el augurio…