He aquí una película que por momentos nos hace acordar al cine bizarro y de ciencia ficción que Emilio Vieyra supo filmar por los años 60 y 70.
El tema que se plantea aquí en “Fase 7” es la historia de Coco (Daniel Hendler), quien acaba de mudarse a su nueva casa, con Pipi (Jazmín Stuart), su esposa embarazada de siete meses, cuando su edificio es puesto bajo cuarentena por la aparición de un virus mortal.
Hasta aquí un planteo interesante pero nada novedoso. Muchos recordarán “La cigarra no es un bicho” (Daniel Tinayre, 1962) que planteaba el tema de la cuarentena en un albergue transitorio. Aquí los vecinos del edificio empiezan a hacer alianzas para sobrevivir. Uno de esos vecinos es Zanutto ( Federico Luppi), un viejo que vive con su perrita y termina siendo un ser temible. El otro vecino es Horacio (Yayo Guridi) que recurre a sus palabrotas y personajes que vemos por televisión.
“Fase 7” tiene buena fotografía, actuaciones correctas pero que no llaman la atención. Daniel Hendler y Jazmín Stuart repiten clishés de otros trabajos, Yayo insiste con su delirio que se ve desdibujado en una producción que pierde el rumbo y termina por aburrir. Federico Luppi está desconocido, cuesta creer que un actor de su tenor se haya prestado para este filme que no aporta nada nuevo a su carrera. Completan el elenco Abian Vainstein y Carlos Bermejo que componen otros vecinos que se ven atrapados por esta cuarentena y son, a su vez, los sobrevivientes de ese fin del mundo que ya es una realidad.
Delirio, gags, explosiones, recursos del cine de clase B, tomaduras de pelo, chivos de productos alimenticios en varias ocasiones en primer plano, sarcasmo, sangre, tiros y muerte son ingredientes que se ven a lo largo de los 96 minutos, pero no alcanzan para entretener y contar una historia.
En su ópera prima Nicolás Goldbart ratifica que es muy buen compaginador, que ya ha trabajado en esa condición en realizaciones de Pablo Trapero (“Mundo grúa”, 1999; “El bonaerense”, 2002; “Familia rodante”, 2004), y en “Fase 7” demuestra su oficio, pero con esto no alcanza. El problema de un mal guión termina convirtiendo a “Fase 7” en un cine inclasificable y difícil de digerir. Lo interesante de todo esto es que hemos sobrevivido para conocer un final que termina siendo previsible a medida que transcurren los metrajes.