En los antípodas del cliché “Rain Man”
La problemática en torno de un trastorno neurológico con la complejidad del autismo constituye el núcleo de Fausto también, donde queda claro que los acompañantes terapéuticos forman parte del círculo íntimo en el que lo clínico se diluye en el marco familiar.
Hace algunos años atrás, para la medicina no había diferencia entre un chico con autismo y una mesa. Lo dice Mercedes, madre de Fausto Celave, un chico autista, a quien un médico le dijo exactamente eso cuando su hijo tenía dos años. Hoy Fausto va a la universidad. La problemática en torno de un trastorno mental con la complejidad del autismo constituye el núcleo del documental Fausto también. Y dentro de ese espectro amplio, el de- safío particular que representa la integración de un chico autista al sistema educativo argentino. Un desafío doble, porque no sólo debe admitirse como tal a aquel que realizan las instituciones para incluir a Fausto dentro de sus actividades del modo más natural y completo posible, sino también el que el mismo Fausto emprende contra sus propios límites al avanzar en ese camino. Pero aunque ese sea el tópico casi excluyente, las grietas del relato permiten que la mirada sea más amplia, dejando entrever fragmentos de la vida cotidiana de su protagonista. En esa zona es interesante ver la forma en que sus acompañantes terapéuticos llegan a convertirse en parte esencial de un círculo íntimo en el que lo clínico se diluye en un marco familiar ampliado, donde lo profesional acaba por asumir un perfil que tal vez pueda percibirse como muy cercano a la amistad. Sobre todo por parte de Fausto.
Si se la analiza a partir de sus aspectos técnicos, Fausto también representa una realización de recursos limitados: apenas un par de cámaras siguiendo al protagonista en sus actividades; testimonios directos que no llegan a ser cabezas parlantes (pero casi); o el registro de alguna situación importante, como la reunión del plantel docente de la Universidad de La Plata a la que Fausto desea asistir para comenzar la carrera de informática. Y, claro, material de archivo como videos o fotografías que muestran la evolución de Fausto tanto en el plano íntimo como en el terapéutico. Algunas de esas limitaciones técnicas derivan en implicancias estéticas significativas, como el uso permanente de la cámara en mano que no pocas veces resulta molesto, con sus temblores y su pérdida constante del foco. Pero también es cierto que a través de dicho recurso se consiguen captar momentos de una delicada sensibilidad. Como aquel en que Fausto se enoja porque sabe que no le fue bien en uno de los tres primeros exámenes que tiene que rendir en la facultad y entonces se aleja de su grupo para estar sólo con su computadora portátil, mientras la voz en off de su acompañante explica que a veces esa es su reacción cuando debe enfrentar algún tipo de frustración. O aquella otra en que Fausto recuerda a su padre, fallecido a causa del tabaquismo, y en la que él mismo subraya que es por eso que no hay que fumar, mientras llama la atención de la cámara sobre un cartel de prohibido fumar que se encuentra en un lugar bien visible de su propia biblioteca.
Pero el mayor éxito del documental dirigido por Juan Manuel Repetto reside en el hecho de apartarse del lugar común de retratar la figura del autista genio, como ocurre con ficciones como la clásica Rain Man (Barry Levinson, 1988) o la reciente y nunca estrenada en la Argentina A Brilliant Young Mind (Morgan Matthews, 2014). En ellas se asocia a este trastorno con una capacidad mental extraordinaria, fenómeno que es tan poco frecuente en autistas como entre personas normales. ¿O acaso el mundo está lleno de genios? Fausto es un chico con una capacidad estándar, a quién aprender le cuesta ni más ni menos que a cualquiera, pero que demanda un trato especial para poder desarrollarse. Como él hay muchos que chocan contra el hecho de que las instituciones no están capacitadas para enfrentar el desafío que representa educarlos. Sobre el final, dos especialistas afirman que la posibilidad estadística de nacimientos de bebes con autismo ha aumentado hasta un 500% en los últimos 20 años. Hoy uno de cada 88 chicos puede ser autista. “Se viene una marea de chicos parecidos a Fausto”, dicen. Lejos de ser una amenaza, la frase es un llamado de atención que el film amplifica a través de un relato que se sigue con interés.