Escape de amor
Félix y Meira (2014) cuenta la historia de dos personajes muy distintos que confunden la curiosidad y la fascinación con el amor. Vienen de mundos extraños: Félix (Martin Dubreuil) es un irreligioso solterón franco-canadiense, Meira (Hadas Yaron) es una judía jasídica casada con Shulem (Luzem Twersky) y madre de una bebé. De una u otra forma, ambos se sienten prisioneros de sus vidas, y cuando se da la oportunidad, intentan escapar juntos.
El padre de Félix acaba de morir. El hombre, desconsolado, se pasea por Montreal. En la calle detiene a una mujer, Meira, buscando consuelo religioso. Ella huye de regreso a una casa donde sufre el agobio cotidiano de la vida jasídica. Todas las noches hay toque de queda. No disfruta de la compañía de sus amigas designadas, ni de las labores domésticas. Su marido le prohíbe dibujar y escuchar música (“¡Avergüenzas a nuestra hija!”). Sus inquietudes son desestimadas como histeria. “¿Has hablado con el rabino?”, le preguntan. ¿Dónde están los hermanos Coen cuando los necesitas?
No mucho tiempo después, Meira se topa con Félix de nuevo. En un acto de desesperación, le sigue y le pide si puede escuchar música en su casa, por favor. Félix se abre completamente para ella, y ella comienza lentamente a abrirse a él. Al principio no puede ni mirarle a los ojos, aunque descubrimos que incluso le cuesta mirarse los suyos en un espejo. “¿Cómo es estar solo?”, le pregunta. Así comienza una amistad escapista que cura la estima de Meira, cuyos impulsos artísticos reinciden.
Ante su desafiante apertura espiritual, su marido monta en cólera. La exilia a Nueva York, lo cual es como querer castigar a un niño que se comido una galleta mandándolo a la fábrica de Willy Wonka. Lo único que logra es proveer un nuevo y más atractivo escenario para que Félix y Meira continúen su cortejo y lo lleven a nuevos niveles de intimidad.
El director Maxime Giroux y su co-guionista Alexandre Laferrière hacen una gran labor al ilustrar dos mundos tan contrastantes como los de sus protagonistas, y encontrar un punto medio color gris en el cual pararse y hacer de observadores. Dubreuil está muy bien como un tipo que logra ser discretamente carismático a pesar de la pesadumbre en su corazón; Yaron hermosa y excelente como la extraña en tierra extraña; y a pesar de su carácter antagónico, Twersky infunde a su personaje con una humanidad insospechada.
En ciertos aspectos, Félix y Meira camina en paralelo junto a la vasca Loreak (2014). Ambas cintas problematizan la naturaleza del amor y las emociones confundidas o malinterpretadas. Ambas son altamente recomendables.