Meira o Malka (Hadas Yaron) es una joven madre judía que pertenece a la comunidad ultra ortodoxa, vive en el distrito de Mile End, de Montreal. Insatisfecha en su matrimonio y desganada de su vida se rebela en secreto contra los mandatos: escucha música pop, tiene un talento natural para el dibujo que no ha desarrollado, y toma píldoras anticonceptivas. ¿?
Por el otro lado tenemos a Félix (Martin Dubreuil), un hombre solitario, bohemio, judío no practicante, en duelo por la muerte reciente de su padre, de quien no se pudo despedir pues el deterioro de su progenitor para cuando él retornó a la casa paterna era definitivo, lo cual termina por transformarse en culpa.
Se cruza por casualidad con la joven madre y queda subyugado por su belleza, ¿Quién no? Félix cree que la religiosidad de Meira lo orientará como para resolver su conflicto interno.
Son dos mundos que se chocan, aclarando que en el mundo de la ortodoxia quienes no respetan las leyes son peor vistos que aquellos que no pertenecen a la fe.
Luego de un primer rechazo al acercamiento de Félix, ella se acerca y casi se ofrece ayudarlo, reuniones esporádicas, secretas, van construyendo supuestamente un afecto mutuo y un efecto insoslayable en ambos.
Él le muestra un mundo diferente, ella queda seducida por la posibilidad de otra vida, sin tantas restricciones. Esta posibilidad de cambio es presentida por el marido.
Por el lado de ella, es quien le otorga a Félix la posibilidad de quebrar con su misantropía a ultranza, constituida por sus propias vivencias infantiles.
Pero todo esto no son más que deducciones ya que el filme nada de esto presenta o desarrolla, y ese es el gran problema: no hay justificación alguna, no hay un pasado que pueda constituir ninguna acción ni resolución de los personajes, no existe ni tienen motivos, sólo hacen.
Si el filme se sostiene es porque los actores hacen creíbles a sus personajes, destacándose la actriz israelí, el gran problema es la construcción del verosímil.
Muy similar, pero mal construida, a la historia de amor que se desarrolla en “Testigo en peligro” (1985) de Peter Weir o, si se quiere, leerse como una adaptación demasiado libre de “Romeo y Julieta” de William Shakespeare, pero a la inversa que plantea el gran escritor ingles. Aquí se nota la ausencia de investigación por parte de los responsables, desconocen por completo el mundo religioso, debería haber más rigurosidad, debería haber asesoramiento, no sólo el observar desde afuera, eso promueve a engaños, sólo para que nada mueva al decredito de la historia, que es lo que termina ocurriendo.
El relato se establece a finales de los ´70, principios de los ´80, el mundo globalizado por la tecnología estaba recién en ciernes, ni celulares, ni Internet, no habría posibilidades por parte de Malka de saberse querer ser Meira.
Mas allá de los valores estéticos que posee, en cuanto a la cuidada dirección de arte, la muy buena fotografía, el vestuario, un correcto montaje y, lo más importante, el romanticismo de los espectadores por sobre todas las otras variables.