Encontrar un lugar
Ya no hace falta fingir estar muerto/a cuando ya se lo está en vida. Este sentimiento es el motor que une a Félix y Meira por buscar juntos un lugar en donde sentirse vivos. Traspasar e imponerse ante las presiones familiares es lo que intentará esta pareja de amantes.
La represión propia de una religión ortodoxa puede no molestar a mucha gente que la practica. En el caso de Meira, quien pertenece a una familia judía, ella sufre la crianza paternalista. Aunque su personalidad no es necesariamente la de una persona confrontativa, logra mostrar su grado de rebeldía por un lado escapando y por el otro discutiendo, de forma pacífica, algunas reglas establecidas.
La música tiene un gran peso para el film porque, sobre todo para Meira, parece representar momentos de satisfacción y goce. Las escenas en las que esta mujer se atreve a hacer ciertas cosas impensadas o vive sensaciones nunca antes posibles están apoyadas por la música, que le da peso a esos momentos. Tiene un efecto de evasión en los personajes y, a su vez, representa lo prohibido.
Son interesantes las transformaciones constantes que realizan los protagonistas en el film, lo que habla muy bien las actuaciones. Vemos en este aspecto, no sólo los estados en los que cada uno de los personajes está, sino algo más profundo que es el sistema de máscaras que convive dentro de una persona. Decimos con esto que no hay personajes que evolucionan o cambian, sino personas que conviven dentro de la persona. Al personaje de Meira lo vemos ir y venir entre la mujer sometida, que baja la mirada y acata, y la mujer que se libera, que mira a su amante a los ojos y se atreve a amarlo. En Félix también se puede observar una oscilación entre el hombre atrevido y sin miedos ni arrepentimientos y el hombre inestable que no sabe qué hace de su vida. En cuanto al esposo de Meira por un lado aparece como una persona paternalista y posesiva, y por el otro un hombre comprensivo y preocupado por los pareceres de su esposa.