El filme de Christofer Landon repite el mismo argumento que El día de la marmota, pero logra un feliz equilibrio entre el amor, el humor y el horror.
Pueden contarse con los dedos de una mano las combinaciones exitosas de dos géneros populares en el cine. Desde que Hollywood es Hollywood ha intentado de todo, hasta comedias musicales mezcladas con westerns. Por lo que lo único que puede sorprender de Feliz día de tu muerte es que no sea un producto malogrado.
Christofer Landon, su director, no tenía el mejor de los currículums, así que era legítimo disminuir las expectativas a un nivel bajo cero. Sin embargo, este ensayo de injerto de una comedia romántica en una película de terror tiene el ritmo y la vitalidad suficientes como recibir un aprobado de parte de cualquier aficionado a uno de los dos géneros.
La idea es un robo a Hechizo del tiempo (mejor conocida y traducida como El día de la marmota), tan directo y tan descarado que termina resultado un homenaje explícito. Como en aquella famosa película interpretada por Bill Murray y Andie MacDowell, aquí la protagonista (una eficacísima Jessica Rothe) vive una y otra vez el último día de su vida.
También al igual que el personaje de Murray, la chica es una persona detestable. Se aprovecha de su belleza para maltratar y despreciar a cualquiera que se cruce en su camino y vive en una estado de frivolidad irredimible. Tal vez una señal demasiado obvia de lo que será la fábula moral de la historia. Si la repetición es el infierno, se supone que la puerta de salida es el cielo.
Narrada con desparpajo y sin miedo a los lugares comunes productivos, Feliz día de tu muerte no se sostiene en la progresión del terror sino en el suspenso más o menos forzado de cómo la pobre chica resolverá el enigma de su destino fatal. Y en ese proceso, en el que se enfrenta a distintas magnitudes de los mismos obstáculos, hay algunas líneas de diálogo ingeniosas, personajes secundarios caricaturescos y más de una alusión cinematográfica.
No se trata ni de lejos, por cierto, de una obra maestra, e incluso su levedad se ve afectada en más de una ocasión por explicaciones o escenas innecesarias. Pero consigue lo que se propone: un feliz equilibrio entre el amor, el humor y el horror.