Resulta que la rubia se despierta en una habitación que no recuerda, con un chico al que tampoco, se emborracha (tal vez se drogue, pero ninguna de estas cuestiones son vistas), mantiene relaciones con su profesor, tiene una amistad odiosa con su compañera de cuarto, y termina el día asesinada por alguien con careta de cerdo. Pero se despierta. Y otra vez: misma hora, hechos, dichos, etc. Y así, día a día, hasta entender por qué le ocurre esto para lograr resolverlo.
La referencia a El día de la marmota, el clásico de Harold Ramis, es evidente, y Feliz día de tu muerte guarda, de hecho, una cita explícita, por si hiciera falta. Además, hay en ella otras referencias, también obvias, como el afiche de Sobreviven, de John Carpenter. Se trata, desde ya, de una alusión cruzada, con foco en Noche de brujas, del mismo director. Es decir, Feliz día de tu muerte juega con muchos elementos ya comunes, identificables, que se reiteran dos y tres y tantas veces más, en función de la cantidad de muertes que la rubia en cuestión, Tree (Jessica Rothe), padezca.
Este subrayado, en tanto repetición, es el lugar desde el cual discurre la propuesta formal del film, sin demasiado ingenio más que el supuesto por algunos de estos primeros días reiterados; puntualmente, allí cuando Tree se crea presa de un desequilibrio que vuelve caótico lo que parece predecible. Pero esto no es más que una ilusión o sensación pasajera, que la película rápidamente abandona. Por otro lado, como para incidir más en su epidermis cinéfila, Feliz día de tu muerte no tiene rubor alguno en copiar cierto plano y situación idénticos a los que Jim Carrey sufría en The Truman Show.
En tanto compendio de referencias cinéfilas ?entre las cuales, desde ya, sobresale Scream y su careta de susto‑, el film de Christopher Landon no se permite apropiación o relectura alguna, sino que culmina por ser un repertorio de situaciones ya vistas que acá, uf, son re‑vistas una y otra y otra vez. Seguramente, en tal menester haya tenido que ver el hacer de Scott Lobdell en guión, alguien apenas iniciado en el mundo del cine pero con trayectoria profusa en el ámbito del cómic, fundamentalmente con X‑Men. Afín a los viajes temporales y alocados de los mutantes del cómic, Lobdell quizá haya querido practicar algo similar, en diálogo con otras películas. Si esto fue así o no, poco importa, lo cierto es que la película es de una moraleja insoportable.
Porque habrá que tener en cuenta cuál es la mirada que el film construye, cuál es el saldo que arroja. A ver: rubia, extrovertida, desenfadada, libertina, un castigo que le llega todos los días. Así las cosas, la resolución es clara: si Tree no reordena su vida, si no atiende los llamados de papá, si no deja de recostarse con todos los que tiene a tiro, las cosas no van a mejorar. No hay planteo más bobo.
Esta bobería, vale aclarar, no es nada tonta. Implica una adecuación conservadora, una mirada reaccionaria. Cierto cine de terror ha trabajado en esta dirección de manera incansable, y es éste el perfil que adquiere la mayoría de este tipo de películas norteamericanas, de estreno permanente, evidentemente dedicadas a un público juvenil o de edad indeterminada pero infantiloide.
Por otra parte, la resolución argumental guarda ?como es costumbre al mal cine‑ una vuelta de tuerca, que es caprichosa así como imposible de detectar en el desarrollo del film. Es una sorpresa última que no hace más que repercutir sobre la sumatoria misma de golpes de efecto que el film es. Un recurso semejante es, y no otra cosa, una falta de respeto al espectador. Basta con verificarlo desde los grandes ejemplos. Busque algún caso similar en cualquiera de las películas de Alfred Hitchcock. Eso es cine.