No hay nada más sugerente dentro del cine de horror que un buen concepto. Debo admitir que me resultan francamente estimulantes las propuestas de exponentes como Final Destination, en las que la mismísima Muerte es el asesino serial, o la enfermedad de transmisión sexual sobrenatural que presenta It Follows. Y sin importar la calidad del producto final, hay que decir que jugar por fuera de la zona de confort a veces da resultados fascinantes. Es el caso de Happy Death Day, que busca ser un combo entre Groundhog Day, Scream y Mean Girls, y sorpresivamente sale airosa en su cometido.
El costado sci-fi de revivir el mismo día una y otra vez se entrecruza con el asesinato a sangre fría de nuestra protagonista, la en un principio detestable y vacua Tree Gelbman, quien despierta el día de su cumpleaños para seguir su rutina de superioridad en el campus, donde sabe que se encuentra al tope de la pirámide alimenticia social. Ella es una chica pesada hecha y derecha, y en el camino a pasar desapercibida por el resto de su día antagoniza con cualquier persona que se cruce: el chico con el que durmió la noche anterior, sus compañeras de hermandad, su padre, su amante casado y demás. Tree es muy diferente al prototipo de final girl de los slashers convencionales, donde las mismas destacan por su bondad y virginidad en muchos casos pero, con cada muerte que se vaya apilando en su historia de vida, el concepto de esta chica mimada irá cambiando frente a los ojos de la platea.
Y no es que Happy Death Day sea profunda y explore cuestiones sociales universitarias para la posteridad. Es superficial a más no poder, algo de lo que se encargan tanto el guión de Scott Lobdell como la ágil y fresca dirección de Christopher B. Landon. Las desventuras de Tree son una tragicomedia, en las que a veces se pierde el norte en cuanto a contenido humorístico y terror se refiere, pero no hay nada mejor que ese montaje al ritmo de “Confident” de Demi Lovato como carta de presentación a lo que la película propone. El guión es muy lineal al presentar a los personajes secundarios, todos sospechosos en el momento que emiten palabra, pero hay unos cuantos giros que hacen que la espera a la resolución del misterio valga la pena.
No estamos hablando de vueltas al estilo Se7en o Saw, pero son pequeños bucles en la fórmula que le sientan bien al conjunto, que le permiten a Jessica Rothe desplegar todo su encanto y astucia. A pesar de haber estado en una de las películas más comentadas de la temporada pasada -era la compañera de apartamento de Emma Stone en La La Land, la del vestido amarillo- es esta en particular la que le abre las puertas a la fama, ya que la frescura, sagacidad y mal genio que le aporta a su Tree hacen que uno pase de odiarla a quererla, así como a festejar sus resoluciones en el acto final. Rothe tiene linda química con Israel Broussard, el nerd con el que se acostó una noche, quien la acompañará en este resorte temporal mortal y juntos harán que el viaje sea más ameno.
Un aspecto con el que quizás se hubiese beneficiado más Happy Death Day es la truculencia de las muertes. Con un concepto tan intrigante como el morir una y otra vez, era de esperar algo más de gore. La película está bien tal cual es, pero un corte de calificación restringida hubiese servido más que uno PG-13, los diálogos hubieran sido más mordaces y demás que no viene al caso, dado que la película fue un gran éxito mundial que recuperó con creces su acotado presupuesto. Se añade así entonces a la lista de mezcla de conceptos que funcionan, que entretienen y, claro está, que lucran. Es entretenimiento en estado puro, un chicle rosa que al explotarlo salpica sangre.