Ah. Otra película en modo pseudodocumental sobre fenómenos paranormales. Una secuela. De una película que aquí no se estrenó en cines (en DVD se llamó Fenómeno paranormal ), pero que en el mundo al norte de México fue, dicen, un gran éxito en YouTube. Ahora nos enfrentamos -en los cines argentinos- a la dos. Que es, en realidad, una metapelícula. Es decir, una que reflexiona sobre la condición de ser película. Pero del ser película de la primera, que ya partía de la idea de equipo de filmación: ésta despliega un mundo en el que la primera entrega es una película disponible en cajita y que ve la gente (siempre jóvenes), que hasta es tomada con cierta seriedad, sobre todo por el fan-video crítico-nerd-aspirante a cineasta que sin ninguna gracia se impone aquí como protagonista de esta segunda entrega. Este muchacho recibe en su computadora ominosos mensajes que le estarían indicando que los sucesos horribles de ese film de 2011 no eran sólo ficción.
Cámaras en mano (y aun así, aunque estén en la mano, ¿por qué no filman de modo menos espástico?), low fi (es decir, imagen de poca calidad), la necesidad de filmar con camaritas cuanta sandez se haga y se diga; claro, hay elipsis, pero si todo es poco interesante se convierten en inútiles.
Búsqueda de esa suciedad realista, módica herencia de The Blair Witch Project y Actividad paranormal, falta de cualquier lógica narrativa, de montaje, de sonido. Pretender ir hacia lo crudo pero igual manipular con las fórmulas más precocidas.
Aun así, con todos estos ingredientes, si se está convencido de lo que se está contando y se tiene claro a dónde se va, se pueden hacer películas de cierta consistencia, como la mencionada Blair Witch (la primera). Pero no es el caso de este cachivache. Una excursión a la arbitrariedad de las acciones, al tedio de no asustar, a la falta de humor más allá del de las chanzas de estudiantina de segunda mano, a la ausencia de sexo, a la falta de imaginación que se escuda en "estamos reflexionando sobre el estatuto de la narración y las trampas de la industria".
El film guiña el ojo, pero no sabe cómo y, sin gracia alguna, cierra los párpados ante cualquier idea de fluidez o de astucia. Y cae en su propia trampa: la película que empieza a rodar el protagonista y que se intenta hacer ver como berreta y adocenada es evidentemente mejor que la filmación en el psiquiátrico. Fenómenos paranormales 2 es uno de esos productos que nos hacen creer que el cine ha desbarrancado, o al menos lo ha hecho el género de terror. Menos mal que en este 2013 se estrenaron en Argentina dos grandes desmentidas como La cabaña del terror y El conjuro.