Más de uno verá el anuncio de Fenómenos Paranormales 2 en las carteleras y se preguntará: ¿Cómo es que nunca vi la primera en cines? ¿Cómo puede llegar algo que pude o puedo ver en un DVD en casa? La respuesta yace en ese depósito de malas ideas que significa la programación nacional, que acerca a las salas la secuela de un film en primera instancia de dudosa calidad, que se estrenó limitadamente en su país de origen hace casi un año atrás y que, contra todo pronóstico, resulta aún peor que su predecesora.
Si algo tengo que resaltar en The Vicious Brothers, las mentes detrás de la primera y guionistas de esta segunda, es que realmente tienen mucho amor propio. Valiéndose del punto de vista metareferencial, se ríen de las críticas y pretenden jugar a ser maestros del horror, como Wes Craven o John Carpenter, revolucionando al género que aman dándole una vuelta de tuerca tras otra a lo que fue una película de corte B en sus mejores momentos, pero que con toda sinceridad ni ellos mismos recordarán en unos cuantos años. Toda la construcción alrededor del mito de su propio Frankenstein -sin ignorar los eventos ocurridos anteriormente, vistos por el mundo gracias a la mano de un villanesco productor de poca monta Hollywoodense- podría funcionar si los muchachos parasen un momento de hacerse cosquillas a sus egos y construir un castillo de naipes en el aire.
Como uno de sus jóvenes personajes, los guionistas se deben haber pasado el rato en un cuarto, fumando e ideando posibles ideas para armar una secuela y cimentar sus nombres en el firmamento del horror -soñar no cuesta nada, chicos- y no hay momento en los larguísimos 95 minutos de duración que no rebalsen de estupidez y sinsentidos. No me malentiendan, a veces en el género el sinsentido puede funcionar de maravillas, cuando está bien llevado, y ni el novato director John Poliquin sabe qué hacer ante la parva de estupideces que se requiere orquestar desde el guión. Tranquilamente se podría haber recurrido a un poco más de ayuda de marketing y vender Fenómenos Paranormales 2 como una nueva parte en la saga Scary Movie, que de seguro vendía más entradas.
Quizás para acercarse a una audiencia más adecuada, el film cuenta esta vez con un grupo de jóvenes estudiantes de cine como protagonistas de esta historia ficticia pero vendida como real. La fijación de uno de ellos, Alex, hace que por situaciones totalmente fortuitas del guión -uy, se imprimieron instrucciones en mi computadora de casualidad- se vea empujado a ir con su compañero de cuarto, casi-novia y colegas de trabajo al manicomio donde se grabaron las "escalofriantes" escenas de la película. Aunque la cámara ame la sensibilidad de Leanne Lapp y Richard Harmon intente cargarse al hombro el peso de la trama, es imposible conectarse de manera precisa con alguno de estos chicos, que por poco y no tienen los números del orden de muerte tatuados en la frente. El regreso de Sean Rogerson se agradece tanto por la coherencia que se le quiere inducir a las tramas de ambas películas como por la cuota de extravagancia que le aporta a su personaje, pero hasta ahí llega mi amor.
Fenómenos Paranormales 2 es tan abismalmente estúpida que Stephen Hawking pediría la eutanasia si tuviese que verla. Vacía, con ínfulas de superioridad, mancha el nombre de lo que conocemos como horror y su estreno mancilla el buen regusto que tenemos desde el estreno de The Conjuring. Háganse un favor y no la vean. Y pido encarecidamente que, aquel que sea religioso, vaya prendiendo un par de velas al santo patrono de su devoción, que Grave Encounters 3 estaría fuertemente en discusión para ser una (terrorífica) realidad.