Andres Di Tella revive la historia de amor de sus padres, Torcuato, perteneciente a una de las familias poderosas de Argentina y Kamala, una mujer india (de la India) negra a quien conocerá estudiando en EEUU.
Si la enunciación pone un signo de advertencia hacia el comienzo del documental, lo hace desde la pregunta sobre lo ético de exponer la vida privada de las personas. Historia que el documental expropia con emotividad y creatividad en un pasado que ahora pertenece a sus herederos simbólicos, y que sigue existiendo en un manojo de cartas y unas fotos sin identificar.
Esa falta de epígrafes, que las voces se ocuparán de completar, requerirá de inventar porciones de historias, una sensación, una espera. Hay una fotografía en particular de un posible radioaficionado que se comunica con los espíritus que refuerza la idea que esos muertos rondarán la película de principio a fin. e Alguien se tira por una ventana, dos osos aparecen tras unas rejas (serán ellos, los padres, sin poder salir?). La referencia a la discriminación hacia esa pareja mixta de clase alta en los años 50 en cualquier lugar del mundo que se encuentran tambien cruza permanentemente el relato.
La operación de sustitución de los padres biológicos, muertos, por padres simbólicos (qué estupenda la participación del querido Edgardo Cozarinsky) o padres ficticios y contemporáneos como los jóvenes actores Denise Groesman y Julian Larquier Tellarinique que leen las cartas escritas a la edad de Torcuato y Kamala. “Escribir una carta da la posibilidad volver a un lugar donde tal vez nos entedemos mejor”. Es posible. Por eso recrearlas, volver a traerlas en otras voces y algunas de ellas repetidas una y otra vez recuperan tal vez los recuerdos de lo no dicho. La carta del padre al hijo anunciando la muerte de la madre. La carta del hijo al padre. ¿Encuentra Di Tella una medida de dolor por la muerte de la madre? El relato del encuentro con la madre en el callejón conmoverá e identificará seguramente a muchos. Los fantasmas rondan Ficción privada tambien en forma de imaginación recreada: los padres imaginan la vida de los hijos a futuro y los padres serán repensados por los hijos.
Por ejemplo ¿Hay medida del saber si alguna vez los padres se amaron, si tuvieron una vida sin sus hijos, se entienden sus deseos, sus conflictos, los rechazos o las culpas?
El círculo parece no cerrarse nunca, es un círculo privado pero universal el relato se abre a material de archivo que no siempre es descriptivo como las imágenes de la India o de los Kibutz, hay también un bello travelling sobre una Buenos Aires de otra década. El tiempo de la letra escrita es uno, el de la voz otro, el de la imagen otro. Esas alternancias temporales se yuxtaponen con comentarios sobre las cartas que finalmente no parecen ser tantas, pero que se repiten una y otra vez, repetición que logra su momento más intenso cuando con algunas de esa palabras los actores (que son los padres) las usan en un desafío de hip hop.
En Ficción privada las frases lanzadas desde las cartas, parecen no terminar nunca. El cine finalmente tiene esa capacidad de revivir a los muertos.
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