“Ficción Privada” forma parte de una trilogía, (“La televisión y yo”, estrenada en 2003 y “Fotografías”, de 2007). Su creador es Andrés Di Tella, una figura fundamental en el cine documental latino y uno de los fundadores del prestigioso festival BAFICI. “La televisión y yo” fue un proyecto de film, una investigación personal, un ensayo de forma libre sobre la televisión y la memoria, vinculado a una historia política desde la mirada de su abuelo paterno. La historia está contada, en primera persona, por su propio padre. Película que finalizara al tiempo que falleció su madre.
Un lustro después, concibe “Fotografías”, documental donde rastrea los orígenes de su madre. Un ensayo personal, basado en una caja de fotografías que me pasó de manos de su padre. Una investigación documental, un viaje al pasado y también un viaje real desde la Argentina, a medida que intenta desvelar los misterios del destino de su madre y el descubrimiento de su propia identidad oculta. Más de una década después, este documental rescata la costumbre perdida, perteneciente a tiempos más románticos y menos automatizados, del uso de cartas en el intercambio epistolar convertido en canciones. Las cartas en papel cumplen un papel primordial, como testigo y objeto a la hora de comunicar, una forma que desaparece en el nuevo mundo. La vida propia y la memoria que portan estos elementos, perdidas en las nuevas formas de comunicar del presente.
Trilogía que se constituye sin proponérselo, Di Tella consigue narrar a través de otras voces, como imagen persistente de esa juventud vivida. Se vale de actores y artificios – pensemos en que el padre del director está encarnado por Edgardo Cozarinsky, destacado escritor, cineasta y dramaturgo argentino-; también de fotografías y dibujos de seres desconocidos. “Ficción Privada” posee varias singularidades a la vez. Si convenimos en que hacer algo sobre tus padres es re-imaginar la perspectiva, como una forma de conocerlos a través de la imaginación, este ejercicio viene a desmentir la línea que separa al documental de la ficción.
Aquí nos encontramos con este relato en primera persona, que persigue la búsqueda de la verdad, como todo documental. Registrar aquello que está sucediendo, aquella verdad en palabras de Eduardo Coutinho, actor, director, guionista, productor y periodista brasileño. Pensemos en un referente experimental como el lituano Jonas Mekas y en su teoría sobre el lenguaje se verá espejada esta experiencia sumamente singular. Se posiciona como un testimonio de realidad en la ambivalencia de su naturaleza. Forma y contenido se amoldan en función de la estética documental. Pensemos en la génesis del género: la planificación de esa porción de vida que deseo capturar y comunicar; si nos remontamos a los orígenes del cine documental de la mano de un pionero como Robert Flaherty y su modélico “Nanook” (1922).
Despojado de las imposturas de un documental objetivo que disimula esa puesta en escena acerca de captar una realidad que está allí para ser mostrada, manipulada, tergiversada. El uso de material de archivo como documento antropologico para rescatar la memoria y el legado familiar resulta vital y convierte a “Ficción privada” en un homenaje a sus padres y un elogio a los vínculos y su permanencia en el paso de los años. Oportunidad más que interesante para evaluar la paradoja de una ficción, como relato abierto al público, y a la vez contada en la privacidad de ser dirigida a un público en su íntimo y atento visionado. Aspirando a esa vinculación emotiva, en cada espectador resonará, de modo personal, la historia aquí descrita.