Con golpes, caídas, comida que se cae y algo de humor escatológico llega Fiesta de Navidad en la oficina, una comedia muy menor que no está a la altura de los clásicos que suelen reventar la taquilla en estas épocas.
Clay (T.J. Miller, conocido comediante de TV en Estados Unidos) es un muy moderno y relajado jefe de una sucursal de la compañía que heredó de su padre. Su hermana Carol (interpretada por una cada vez más inexpresiva Jennifer Anniston) es su opuesto, expeditiva, ejecutiva y muy tirana. Carol se presenta un día en la oficina para decirle a su hermano que va a cerrar la sucursal por considerarla improductiva, y el, en su desesperación por mantener la fuente de trabajo de sus empleados, va a intentar conseguir una cuenta que le daría a la sucursal el prestigio y la plata necesarios para poder mantener la oficina a flote. Y entonces, con su socio Josh (Jason Bateman) deciden hacer la más grande fiesta de navidad que la compañía tuvo, para convencer al ejecutivo de la cuenta de que firme el contrato con ellos.
Y por supuesto, todo se va a descontrolar… realmente el que pensó el argumento de esta película no tenía muchas ganas de escribir. Las situaciones son descabelladas, los diálogos pésimos, los chistes son todos mediocres… es realmente una película que atrasa mucho en lo que a comedias se refieren, con una estructura de resolución del conflicto no solamente muy básica, sino también extremadamente irrealista.
Las actuaciones de algunos personajes son algo carismáticas (como Bateman, o la genial Kate McKinnon) pero en líneas generales nadie aporta nada, principalmente porque nadie escribió nada que aportar. La mayoría de las situaciones graciosas son, literalmente, golpes y caídas.
Fiesta de navidad en la oficina es una extraña comedia en la cual las lógicas de la comedia adolescente se trasladan a gente de 40-50 años, y que, como era de suponer, no funciona para nada bien.