Unos petardos que se quedan sin pólvora.
Los rituales navideños contaminan prácticamente todos los ámbitos de la vida occidental, y el oportunista cine de Hollywood no es la excepción. Desde allí, y para estas fechas, siempre proviene algún título que hace de la familia, la amistad, la reconciliación y cuanto sentimiento optimista exista sus nortes inamovibles, machacados en desenlaces que, de transcurrir aquí en lugar de Estados Unidos, incluirían pan dulce, turrones y alguna bebida espumante para el brindis. Fiesta de Navidad en la oficina cumple a rajatabla todos esos mandatos aun cuando en principio parezca que no. Presentado desde su tráiler y sinopsis como un nuevo exponente de ese cine destructivo y catártico que desde ¿Qué pasó ayer? se ha vuelvo norma entre los principales creadores de la comedia norteamericana contemporánea, el film de Josh Gordon y Will Speck (la misma dupla detrás de Patinando a la gloria, con Will Ferrell) arranca como para llevarse puesto todo, desde el universo corporativista hasta la mismísima liturgia navideña, y termina… bueno, igual que diez de cada diez películas que tienen arbolitos decorados, disfraces de Papá Noel y nieve como marco.
La primera media hora es buenísima y parece sacada de una comedia de Mike Judge, comparación de la que la Gordon y Speck parecen hacerse cargo incluyendo en roles centrales a Jason Bateman y T.J. Miller, protagonistas de Extract y Silicon Valley, respectivamente, últimas creaciones del realizador de Beavis and Butthead e Idiocracia. Como en aquel film de 2009, el personaje del primero, Josh, pone al servicio de una empresa al borde del colapso su temple y mesura. E igual que en la serie que actualmente emite la señal premium HBO, el del segundo, Clay, es en gran parte responsable del desmadre por venir gracias a una pulsión vital por la joda en detrimento de la responsabilidad y el manejo de números, dos características indispensables para el cargo de jefe que ocupa en la sucursal de una compañía informática al borde de la quiebra que alguna vez perteneció a su padre ya fallecido, como bien le recuerda su hermana, y también CEO, Carol (Jennifer Aniston). Esa enunciación de un familiar ausente es, además, la primera luz de alerta de todo lo que vendrá cuando el metraje ya desande su última parte.
La propuesta de Clay para levantar los números rojos es hacer lo que preanuncia el título e invitar a un posible socio a divertirse un rato. Gran parte del núcleo central del film estará dedicado, entonces, a esa superfiesta realizada entre escritorios, ficheros, fotocopiadoras y dispensers de agua especialmente modificados para la ocasión, elementos que servirán, a su vez, de disparadores de los mejores chistes. El problema de Fiesta de Navidad… es que circunscribe su carácter desaforado y salvaje a las partes antes que al propio relato. Así, a medida que el amanecer se acerque prácticamente todos se darán cuenta que actuaron mal, que el descontrol no conduce a nada y que no hay nada mejor, ni que tire más, que el linaje sanguíneo.