LO QUE HACE MAL ES LA MEZCLA
No lo sabemos, pero tal vez por espíritu de dupla los directores Josh Gordon y Will Speck han elegido la mixtura como una de las formas posibles de su cine. Mixtura que es, en definitiva, el cruce de conceptos o subgéneros y que tuvo su representación más feliz en esa ensalada delirante que fue su ópera prima Deslizando a la gloria. En su siguiente film, Papá por accidente (horrendo título local), enlazaron la comedia guarra con la comedia romántica, en un producto fallido que no terminaba siendo ni una cosa ni la otra: demasiado sensible para el que iba por la premisa de la esperma, demasiado básica para una historia que se pretendía más compleja. En Fiesta de Navidad en la oficina insisten en la fórmula: en esta nueva comedia trabajan sobre dos obsesiones de buena parte del cine norteamericano, las películas sobre fiestas descontroladas y las películas sobre encuentros navideños. Como no podía ser de otra manera, los resultados son desparejos.
La superficie es la fiesta navideña que el gerente de una de las sucursales de una compañía piensa dar a sus empleados, como un manotazo de ahogado para salvar esa delegación del cierre definitivo. Pero el fondo, en verdad, es la lucha entre el gerente y su hermana, que representan dos caras diferentes del mismo capitalismo: el hermano (T.J. Miller) representa la Norteamérica noble de los viejos valores, que incluso creía en el espíritu navideño como en esos viejos dibujos de los años cincuentas de la Coca-Cola; la hermana (Jennifer Aniston) es la modernidad, es la esencia reptil que subyace en el sistema y se olvida del componente humano. El quiere demostrarle a ella que puede ser competente, ella quiere demostrarle a él que tiene el poder para tomar decisiones con una frialdad que descoloca. La lucha entre ambos irá tomando la tonalidad de los subgéneros abordados: primero será el desenfreno festivo para darle paso al más bobo cuento navideño donde las diferencias se terminan resolviendo de manera incomprensible.
Si algo le funciona Fiesta de Navidad en la oficina es la acumulación. No sólo la acumulación de chistes (algunos buenísimos, la mayoría bastante imperfectos) y situaciones desproporcionadas, sino también la acumulación de talento cómico en metros cuadrados: Jason Bateman, Olivia Munn, T.J. Miller, Jennifer Aniston, Kate McKinnon, Jillian Bell, Rob Corddry, Vanessa Bayer son estupendos comediantes y, cada tanto, cuando interactúan y se agrupan generan un ruido cómico muy efectivo. Cada uno hace lo que sabe, a veces un poco en piloto automático, pero el amontonamiento para una película que es narrativamente bastante torpe funciona y es crucial.
Lo que no le funciona es la mixtura de película festiva con película navideña, porque la esencia destructiva de la primera no hace sistema con el espíritu bonachón de la segunda. Ese quiebre se ve en pantalla y hasta genera un cisma en el humor: cuando Fiesta de Navidad en la oficina se va convirtiendo en el cuentito sobre dos hermanos que terminan aceptándose se termina el chiste y todo luce forzado y escuálido. En verdad es como si la primera hora y pico fuera sólo un rodeo para el desabrido final, cuando realmente lo que sostiene y hace tolerable el cuentito es toda esa primera parte en la que les tomamos cariño a los personajes y decidimos acompañarlos hasta el final, cueste lo que cueste.