Antes de realizar una crítica sobre esta película, amigo lector, debo advertirle que lo que va a ver no es para un espectador tradicional. Muchas de las escenas que fue observando a lo largo de su vida aquí están condensadas en poco más de una hora de duración.
Este llamado de atención lo hago porque la historia, y el cómo está contada, va dirigida a un sector del público muy marcado. Porque este film uruguayo, que cuenta con aportes argentinos y “nuestra” Carla Quevedo, apunta para una comedia juvenil, pero se transforma en bizarra.
La narración ocurre casi toda en un edificio de Montevideo. Allí, en un departamento, vive Galaxia (Verónica Dobrich), una chica veinteañera a la que sus padres dejaron sola, pues ellos se fueron de viaje a Europa, pasa el tiempo con un amigo de su edad, Peetee (Luciano Demarco). Es sábado a la noche y deciden no asistir a la fiesta Niburu. Prefieren llamar a unos amigos, drogarse, tomar cerveza y ver qué pasa luego. Cabe aclarar que los protagonistas ya están “fumados” desde el comienzo. Permanecen conectados a las pantallas tecnológicas, y el muchacho habla mucho en inglés a través de la computadora.
Cuando llegan los invitados, entre ellos está XXX (Carla Quevedo), de a poco todo se va desmadrando y Peetee lo va registrando en una vieja y enorme filmadora encargado por un desconocido.
Pero la locura no aumenta por efecto de las drogas o el alcohol, sino por algo que llega del espacio exterior, en la que nada volverá a ser como antes.
Manuel Facal dirigió esta película alocada, delirante, donde es necesario apreciarla con todos los sentidos bien atentos porque es alucinante en el sentido etimológico de la palabra. Es un bombardeo visual impactante y uno va a terminar con la cabeza “quemada” del mismo modo que los integrantes del elenco.
Porque la historia desvaría, parece que es una cosa y termina siendo otra. Los protagonistas, que en ningún momento están dentro de sus cabales, hablan por momentos bien y de vez en cuando alguna palabra no se escucha con claridad, supuestamente por un problema de dicción.
Lo más logrado sin dudas está en lo creado por el área artística y de efectos especiales. Impacta por la calidad visual y el realismo, teniendo en cuenta que no dispone de mucho presupuesto.
Los intérpretes actúan según lo que les dice el director y dentro de ese esquema no desentonan. El problema es la historia y el cómo está se encuentra desarr9ollada, porque no brinda una acción contundente y comprensible al comienzo, como para que luego se justifique lo que va a suceder.
Manuel Facal desplegó toda su imaginación y creatividad en este film, de manera contundente. La falta de dosificación de los momentos buenos y malos durante el desarrollo de cada escena no resulta beneficiosa para la trama, y ya se sabe que la exageración no es buena para nadie.