Complicado, pero a la vez necesario, hacer una reseña de Fiesta Nibiru. Complicado porque el principal factor para disfrutarla es saber lo menos posible sobre ella y dejarse llevar por el delirio y la sorpresa. Un grupo de amigos decide no ir a una fiesta y quedarse en un departamento en una reunión que creían más íntima y menos alocada. Y, como dirían algunos virales de internet, “el resultado te sorprenderá”
Con poquísimos elementos encajados de modo desopilante, la película de Facal no deja de escalar. Visualmente tiene una identidad colorida y bizarra muy marcada, que acompaña el desarrollo de la trama. Todo funciona en su conjunto: lo visual, las actuaciones, los efectos especiales. Parece ser que se sabía desde el primer momento qué tenía que ser la película y esa premisa no se traicionó jamás.
Podría decirse también que es una propuesta valiente: da pasos firmes cada vez más alejados del realismo y cercanos a la ciencia ficción, y lo hace con una seguridad tal que se convierte en una película sólida y coherente aún en la misma incoherencia de su esencia.
Libertad es también otra de las palabras clave: las cuatro paredes del departamento donde se desarrolla la gran mayoría de la película, lejos de acotar el espacio y restringir la creatividad, son aprovechadas con creces y potencian el enrarecimiento de la trama.