Poner en un recipiente algunas cosas de Voley, de Martín Piroyansky, otro poco de El amor (primera parte), algo más de cualquier comedia indie americana, agitar bien, y tenemos Finding Sofia: coproducción entre Argentina y los Estados Unidos dirigida por el argentino Nico Casavecchia y protagonizada por el norteamericano Sam Huntington (Jimmy Olsen en Superman vuelve) y los argentinos Andrea Carballo, Rafael Spregelburd y Sofía Brihet.
Alex (Huntington) es un norteamericano que quiere pegarla en internet, metió algún que otro viral famoso y está a punto de conseguir su primer contrato con una marca. Hace tiempo se chatea con Sofía (Carballo), una chica argentina con la que sextean y se mandan nudes (curiosamente la película carece de todo ese léxico de red social, y de hecho los dos se comunican por sms) y una noche, borracho, compra un pasaje para ir a la Argentina. Cuando la chica se entera, le dice que está loco, que no lo puede ver.
Luego de algunos engaños, logra llegar a su casa: resulta que ella vive en el Tigre junto a su novio Víctor (Spregelburd), un pintor cascarrabia, presuntuoso y peronista, y Flor (Brihet), una joven inocente y simpática, asistente de él. Las seducciones cruzadas y la diferencia cultural serán el motor de esta comedia de situaciones que cuando funciona es muy simpática pero que por momentos parece medio forzada y que no sabe bien para dónde quiere ir.
Lo mejor de todo es el duelo de masculinidades entre Alex y Víctor, entre esa especie de joven Woody Allen -aunque más atractivo- y el típico macho argentino. Cuando los cuatro personajes interactúan, algo bueno pasa: están creados con mucha precisión e interpretados con solvencia. No funciona de la misma manera la línea romántica, a punto tal de que lo que más queremos es que Sofía se saque de encima al insoportable de Víctor; lo que suceda con Alex es secundario.
Como pasa con esas películas que tienen unas pocas escenas que nos hicieron sonreir cómplices, dan ganas de perdonarle a Finding Sofia sus falencias, aunque también son esas mismas falencias las que nos causan la amargura de saber que nos perdimos una película que pudo haber sido notable.