El director Stephen Frears (Alta fidelidad), Meryl Streep y la increíble historia de una de las artistas más excéntricas del siglo 20.
Una combinación infalible que inevitablemente estaba destinada a brindar una gran película.
Florence Foster Jenkins fue una figura mediática que durante la década de 1940 se hizo famosa por ser una cantante soprano horrible que desafinaba todas la notas de manera grosera.
Sus discos eran terribles y desde un punto de vista técnico carecía de una voz adecuada para ese tipo de género.
Sin embargo, ella amaba la música y decidió concretar su sueño de convertirse en cantante pese a los numerosos detractores que tenía en la comunidad artística.
Sus presentaciones en vivo eran espectáculos bizarros donde la gente pagaba una entrada para reírse de ella, pero a Florence no le importaba porque era feliz en el escenario. Una gran fuerza de voluntad y una posición económica privilegiada eventualmente contribuyeron a que pudiera cumplir sus sueños artísticos.
En su mente su voz era magnífica y la pasión que tenía por la música también generó que cosechara varios seguidores.
Al conocer su historia en detalle llama la atención que nadie hiciera hasta la fecha una película con un personaje tan llamativo como Florence.
El director Stephen Frears presenta un drama más serio de lo que daban a entender los trailers promocionales, donde retrata con mucha sensibilidad la biografía de esta mujer.
Aunque la trama tiene numerosas escenas desopilantes, Frears evitó ridiculizar a Florence Jenkins para revelar los detalles de su vida personal, detrás de esos shows excéntricos que ofrecía.
A medida que se desarrolla el argumento y empezamos a conocer con más profundidad la historia de esta mujer, que parece salida de una película de John Waters, se hace imposible que uno no le tome cariño al personaje.
Una cuestión en la que fue clave el trabajo de Meryl Streep, quien brinda otra tremenda interpretación donde logra retratar los distintos matices de la personalidad de Florence.
Dentro de las últimas películas que hizo este es claramente uno de los personajes más divertidos de su filmografía y brilla especialmente en los momentos cómicos.
Hugh Grant, quien interpreta al marido de Florence, con quien tenía un amor platónico, es otra de las grandes atracciones de este film. El personaje de Grant es muy interesante porque nos permite conectarnos con los aspectos más humano de una mujer que solía ser retratada en los medios como una ricachona excéntrica.
En el film de Frears el marido de Jenkins tiene un rol ambiguo en la trama, donde nunca termina de quedar claro si el apoyo a la carrera musical de su mujer nacía de un amor honesto que sentía por ella o debido la riqueza que le ofrecía una vida cómoda.
La narración del director no da una respuesta definida al respecto pero permite que cada espectador saque sus propias conclusiones.
Dentro del reparto la gran revelación de esta producción es Simon Helberg, conocido actor de la serie The Big Bang, quien interpreta al pianista que solía colaborar con Florence y nunca supo en lo que se metía cuando aceptó trabajar con ella.
Un personaje muy divertido que logra robarse algunos de las mejores escenas cómicas de esta producción.
Florence es una de las películas imperdibles de Meryl Streep y suma otro gran trabajo a la filmografía de Stephen Frears, dos buenas razones para no dejarla pasar en la cartelera.